Lámparas que matan virus sin achicharrarte: el futuro de la prevención ya brilla
Una luz que podría cambiarlo todo
En medio de las batallas contra enfermedades respiratorias como la COVID-19, la gripe y hasta la tuberculosis, la ciencia podría haber encontrado un aliado brillante: una luz ultravioleta especial conocida como UVC lejana. Esta tecnología, lejos de ser de ciencia ficción, promete eliminar hasta el 99.9% de los virus en el aire sin freírte la piel ni irritarte los ojos.
A diferencia de la luz UVC tradicional (la que sí puede dañar tejidos humanos), la UVC lejana opera en longitudes de onda entre los 200 y 235 nanómetros. Esta frecuencia es lo suficientemente energética como para neutralizar virus y bacterias, pero no lo bastante potente como para penetrar la piel o los ojos. O sea, mata gérmenes pero no humanos. Ideal, ¿no?
Suena perfecto para lugares cerrados y concurridos como hospitales, escuelas, oficinas o transporte público. ¿Imaginan respirar aire limpio, sin temor a bichos microscópicos en cada exhalación ajena?
Brillando con obstáculos, pero avanzando
Claro, como todo invento que suena demasiado bueno para ser verdad, esta luz también tiene sus peros. La tecnología actual utiliza lámparas excimer (sí, eso también suena a ciencia ficción), que funcionan con gases como el criptón y el cloro. Estos tubos mágicos emiten luz a 222 nanómetros, justo en el rango seguro y efectivo, pero tienen un detalle molesto: duran poco y son caros. Además, necesitan filtros especiales para no emitir otras longitudes de onda que sí podrían ser dañinas.
Pero no todo es oscuridad. Investigadores ya están trabajando en hacer esta tecnología más práctica, barata y escalable. Un enfoque prometedor son los LED y los llamados armónicos secundarios. ¿Qué es eso? Básicamente, usar láseres y cristales especiales para duplicar frecuencias de luz y generar la famosa radiación UVC lejana. Una startup llamada Uviquity ya lo logró en laboratorio usando cristales de nitrato de aluminio y láseres azules. Si eso no te suena impresionante, recuerda que así empezó también el internet.
Otra preocupación era que esta luz pudiera generar ozono al interactuar con el oxígeno (el ozono en el aire no es buena idea si lo vas a respirar). Pero estudios recientes mostraron que, usándose con moderación y colocadas en el techo, las lámparas no elevan los niveles de ozono ni empeoran la calidad del aire. Buenas noticias para pulmones y narices.
Y en México, ¿cuándo?
En un país como el nuestro, donde las enfermedades respiratorias siguen siendo causa común de ausencias escolares, laborales y hasta hospitalizaciones, este tipo de innovación podría ser un parteaguas. Imaginen escuelas públicas en zonas rurales equipadas con lámparas que purifican el aire, hospitales del IMSS con menos contagios cruzados, o vagones del Metro que no sean incubadoras de virus.
Aunque esta tecnología aún no es masiva ni barata, cada vez se están dando pasos más firmes hacia su adopción comercial. No hay que cantar victoria todavía, pero tampoco perderle la pista. Quizás en unos años estas lámparas sean tan comunes como un ventilador o una lámpara LED en casa. Y si eso ayuda a que sobrevivamos la próxima pandemia sin encierros ni cubrebocas eternos, bienvenidas sean.
Una lámpara que no solo alumbra, sino que limpia el aire. A veces, el futuro sí llega con bombilla incluida.