Ciudades apagan las luces para que los pájaros no mueran contra sus edificios

En Dallas, el cuerpo de un chochín yace sin vida sobre el pavimento, como si simplemente se hubiera quedado dormido. Pero su final fue brutal: se estrelló contra el rascacielos del Bank of America, una torre de 72 pisos iluminada como árbol de Navidad. Esta escena se repite miles de veces: cada año, alrededor de mil millones de aves mueren en Estados Unidos al chocar con edificios por culpa de la contaminación lumínica.

Dallas está justo en el paso migratorio central de América, por donde cruzan millones de aves entre primavera y otoño. Muchas viajan de noche y se orientan con la luz de la luna y las estrellas. Pero las ciudades, con sus luces LED intensas y cristales que reflejan árboles, las confunden. Resultado: impacto directo y caída.

Voluntarios del programa “Luces apagadas, Texas” patrullan la ciudad al amanecer, recogiendo cadáveres al pie de los edificios. Desde 2020 han documentado más de 100 especies. Tim Brys, del Museo Perot, explica que perder un ave no es solo un número: una sola puede criar hasta 340 descendientes en dos años. “No es que las aves sean tontas, es como correr a 60 km/h por un laberinto de espejos”, dice.

No es solo Dallas. Chicago, por ejemplo, vio cómo 1,000 aves murieron en una sola noche en su centro de convenciones. Desde entonces, se instalaron cristales especiales que redujeron en 90% los impactos. Houston y Nueva York también han hecho cambios: esta última incluso apaga su homenaje de luces del 11-S si ve que más de mil aves quedan atrapadas.

El reto está en cambiar viejas costumbres: construir con vidrio más visible para las aves, usar cortinas, y apagar luces innecesarias, sobre todo durante las temporadas de migración. En Dallas, la famosa torre Reunion ya baja su intensidad en primavera, y activistas presionan para que más edificios sigan su ejemplo.

En medio del amanecer texano, una curruca herida es enviada a rehabilitación. Otros no tienen tanta suerte. Ese día, 12 aves fueron recogidas y almacenadas en el museo. Hoy, hay 3 mil millones de aves menos que en 1970 en América del Norte. La solución no es mágica, pero sí está al alcance: apagar una luz puede salvar una vida.

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