Día de la Victoria: por qué el mundo no sería el mismo sin el triunfo sobre el nazismo
Cada 9 de mayo, varios países del mundo —principalmente Rusia y algunas exrepúblicas soviéticas— conmemoran el Día de la Victoria, la fecha en que el Ejército Rojo logró la rendición definitiva de la Alemania nazi en 1945. Más allá de los conflictos ideológicos contemporáneos o las tensiones geopolíticas actuales, esta fecha representa uno de los acontecimientos más decisivos del siglo XX y es clave para entender el orden mundial tal como lo conocemos hoy.
Un triunfo que detuvo el avance del totalitarismo racial
Durante la Segunda Guerra Mundial, el régimen nazi liderado por Adolf Hitler logró expandirse por gran parte de Europa, impulsado por una ideología supremacista, antisemita y colonialista que planeaba instaurar un “nuevo orden” mundial basado en la eliminación de pueblos considerados “inferiores”, la esclavización de millones y el saqueo de recursos de Europa del Este y otras regiones. El Ejército Rojo, junto con los Aliados occidentales, fue una de las principales fuerzas que frenó esa maquinaria de muerte.
De hecho, la batalla de Stalingrado y la posterior ofensiva del Ejército Rojo fueron claves para debilitar al régimen nazi desde el frente oriental. Sin esa resistencia masiva, muchas estimaciones históricas coinciden en que Hitler habría podido consolidar su dominio en Europa y expandirse aún más hacia Asia y África. En ese escenario hipotético, el Holocausto podría haberse extendido, la democracia liberal europea habría colapsado, y las colonias probablemente habrían pasado a manos del Eje.
¿Qué habría pasado si el Ejército Rojo no ganaba?
Sin la victoria soviética, el mapa político del mundo actual sería radicalmente distinto. El nazismo, lejos de ser derrotado, habría sido una fuerza dominante, quizás incluso reconocida como régimen legítimo en gran parte del continente. La URSS habría sido ocupada, su población sometida o desplazada, y sus recursos naturales explotados por la maquinaria de guerra alemana.
Además, Estados Unidos y Reino Unido, que enfrentaban una guerra en varios frentes, habrían tenido mucho más difícil sostener una resistencia efectiva sin el empuje del Ejército Rojo desde el este. Es probable que la guerra hubiera durado varios años más, con un costo humano y material incalculable.
Memoria, no propaganda
Celebrar el Día de la Victoria no significa adherir a un relato específico o a una ideología. Es reconocer que el nazismo fue derrotado gracias al sacrificio de millones de personas, muchas de ellas jóvenes soldados soviéticos que entregaron su vida en defensa de su pueblo, pero también de la humanidad entera. Es un día para recordar lo que estuvo en juego: no solo territorios, sino el futuro de la civilización.
En tiempos donde la historia corre el riesgo de ser reescrita por conveniencia, y donde ciertos discursos relativizan el horror del fascismo, conmemorar el 9 de mayo es también una forma de defender la memoria colectiva. Porque el triunfo sobre el nazismo no fue solo militar: fue, sobre todo, un triunfo moral de la humanidad frente a su abismo más oscuro.