Francesco Acerbi: del cáncer a héroe del Inter ante el Barcelona
En el minuto 93 del partido contra el Barcelona, cuando el Inter de Milán parecía eliminado, Francesco Acerbi marcó un gol con su pierna menos hábil. El tanto forzó la prórroga y fue clave para que su equipo accediera a la final de la Champions League. Detrás de ese remate, hay una historia de dolor, caída y superación.
Acerbi nació en las afueras de Milán y, aunque su amor por el futbol era claro, su carrera fue irregular. Se alejó del deporte en su adolescencia y regresó a los 20 años. Debutó en la Serie A con Chievo Verona y poco después fichó por el Milan, cumpliendo un sueño que compartía con su padre, quien falleció en 2012 tras varios infartos cerebrales. La pérdida lo sumió en una crisis personal.
Durante su etapa en Milan, Acerbi cayó en el alcohol. Salía por las noches, entrenaba sin dormir y perdió el rumbo. Un cambio de club a Sassuolo en 2013 trajo otra sacudida: fue diagnosticado con cáncer testicular. Aunque fue operado, la enfermedad regresó meses después. Inició quimioterapia en 2014, pero su vida seguía marcada por el desorden. Salía de fiesta tras los tratamientos y apenas comía.
Un ataque de pánico lo obligó a hacer un alto. Comenzó terapia psicológica, cambió sus hábitos, dejó el alcohol y adoptó una estricta disciplina. Su alimentación se redujo a agua, verduras, arroz y carne magra. Esa transformación lo llevó a jugar 149 partidos consecutivos entre 2015 y 2019. También comenzó a colaborar con personas con discapacidad, a quienes visitaba cada semana.
En lo espiritual, adoptó una conexión profunda con su padre y con la figura del papa Juan Pablo II. Lleva tatuado un león, símbolo que tomó de un niño con cáncer al que acompañó hasta su muerte.
Aunque en 2024 fue suspendido temporalmente de la selección italiana tras ser acusado de un insulto racial, Acerbi sigue siendo un símbolo de lucha. A sus 37 años, ha demostrado que se puede volver del abismo. Y anoche, con ese gol ante Barcelona, selló su lugar en la historia.