El cardenal que vació el minibar en el cónclave: pensó que era gratis

Durante los días que dura un cónclave en el Vaticano, los cardenales se alojan en la Casa Santa Marta, una residencia moderna dentro del Vaticano, que además de garantizar comodidad, asegura el aislamiento total necesario para el proceso de elección del nuevo papa. Aunque su función es temporalmente religiosa, el edificio funciona como un hotel, con recepción, autoservicio, habitaciones bien equipadas y hasta minibar.

Uno de los momentos más comentados en esta edición del cónclave ocurrió cuando un cardenal extranjero, cuyo nombre no fue revelado, se llevó una sorpresa al final de su estancia. Según relató el arzobispo emérito Anselmo Guido Pecorar, su colega pensó que todo lo disponible en la habitación era gratuito. Luego de una cena, invitó a otros cardenales a convivir en su cuarto, donde terminaron con todas las botellas del minibar. Días después, al recibir la cuenta, se molestó al descubrir que cada bebida había sido registrada como gasto personal.

Casa Santa Marta: hotel del Vaticano y sede del aislamiento papal

La Domus Sanctae Marthae, como se llama oficialmente, se ubica cerca de la Basílica de San Pedro y fue el hogar del papa Francisco. Cuenta con más de 100 suites y habitaciones individuales, una capilla, varios salones y un comedor en el que solía comer el pontífice. El edificio es administrado por las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl.

Durante el cónclave, como marca la normativa vaticana, los cardenales deben vivir bajo completo aislamiento. Se les retiran todos los dispositivos electrónicos, así como televisores, radios y teléfonos, para evitar filtraciones o comunicaciones externas. Las habitaciones, que son sencillas pero funcionales, se asignan al azar mediante un sorteo previo al inicio del proceso. En esta ocasión, por el número récord de 133 electores, se habilitó una residencia adicional cercana.

Todos los días, los cardenales son trasladados en autobuses desde Santa Marta hasta la Capilla Sixtina, aunque algunos prefieren caminar. La ruta los lleva detrás de la basílica de San Pedro, pasa frente a la Iglesia de San Esteban de los Abisinios, sigue por la Vía delle Fondamenta, atraviesa el Arco de San Dámaso y termina en el Patio de San Dámaso, dentro del Palacio Apostólico, desde donde ingresan finalmente a la Capilla Sixtina.

Más allá del ambiente solemne y del proceso altamente reservado, anécdotas como la del minibar sirven para recordar que, incluso en uno de los momentos más trascendentales para la Iglesia, hay espacio para situaciones humanas y cotidianas que sacan una sonrisa.

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