Ozempic, el medicamento que podría poner a temblar a la industria del alcohol
Un fármaco para tratar la diabetes tipo 2 y la obesidad empieza a mostrar efectos inesperados en el consumo de alcohol y tabaco. Científicos exploran su potencial para combatir adicciones, lo que podría generar un impacto profundo en industrias consolidadas.
La industria del alcohol enfrenta un nuevo desafío que pocos vieron venir. Además de los cambios en los hábitos de consumo entre los jóvenes, las advertencias sobre salud y los problemas en las cadenas de suministro, ahora surge un actor inesperado: un medicamento diseñado originalmente para tratar la diabetes tipo 2 y el sobrepeso.
Se trata del Ozempic, cuyo compuesto activo es la semaglutida, una hormona sintética que ha ganado notoriedad en los últimos años por su efectividad para ayudar a las personas a perder peso. Lo que comenzó como una alternativa médica para controlar la glucosa y reducir el apetito, pronto se convirtió en un recurso popular también entre quienes buscaban adelgazar sin padecer hambre. Pero ahora, este medicamento está dando de qué hablar por otra razón: podría reducir el deseo de consumir alcohol.
De tratamiento médico a freno para las adicciones
El hallazgo surgió a partir de un estudio publicado por la revista JAMA Psychiatry, donde se detallan los efectos de la semaglutida en el comportamiento de pacientes con consumo habitual de alcohol. En la investigación participaron 48 personas, divididas en dos grupos: uno recibió el medicamento y otro, un placebo. Aquellos que tomaron la semaglutida no solo mostraron una menor ingesta calórica, sino también una reducción notable en su consumo de bebidas alcohólicas.
Aunque el estudio no determinó una disminución en los días de consumo, sí evidenció que los pacientes bebían menos cantidad. La hipótesis es que, al igual que sucede con la comida, el medicamento provoca una sensación de saciedad que también influye en el deseo de beber. En otras palabras, las mismas señales químicas que indican al cuerpo que ha comido lo suficiente, podrían estar frenando el impulso de tomar alcohol.
Especialistas como Klara Klein, integrante del equipo que condujo el estudio, señalan que los resultados son prometedores. Aunque aún falta profundizar en los mecanismos exactos y se requieren más investigaciones para confirmar su eficacia y seguridad, los primeros datos apuntan a una nueva línea de tratamiento potencial para el trastorno por uso de alcohol.
Impacto potencial en el consumo de alcohol y tabaco
La posibilidad de que un medicamento reduzca el deseo de beber podría cambiar las reglas del juego para la industria de las bebidas alcohólicas, particularmente en países como México, donde el consumo de cerveza, tequila y otras bebidas forma parte importante de la vida social y económica. Si el uso del Ozempic y fármacos similares se extiende entre quienes buscan controlar sus impulsos o superar una adicción, la demanda podría comenzar a resentirse.
A esto se suma otro efecto secundario observado durante el estudio: una reducción en el consumo de tabaco. Varios pacientes tratados con semaglutida reportaron fumar menos cigarrillos al día. Aunque este hallazgo no era el objetivo principal de la investigación, los científicos lo consideran digno de explorarse en futuras pruebas clínicas.
Además de provocar saciedad, la semaglutida puede generar efectos como náuseas o vómitos, lo cual también influiría en el rechazo hacia el alcohol y el cigarro. Esto podría representar una ventaja médica, pero al mismo tiempo, una preocupación para los sectores que dependen del consumo regular de estas sustancias.
Por ahora, los expertos insisten en que se trata de resultados preliminares. Si bien el panorama se vislumbra esperanzador para quienes luchan contra adicciones, la comunidad científica demanda estudios más amplios y de mayor duración para evaluar posibles riesgos a largo plazo, efectos colaterales y variaciones entre distintos perfiles de pacientes.
Lo cierto es que el Ozempic ha rebasado su propósito original, y sus efectos están tocando terrenos que hasta hace poco ni siquiera se contemplaban. Con el tiempo, podríamos estar frente a una herramienta poderosa no solo para bajar de peso o controlar la diabetes, sino también para combatir uno de los problemas de salud pública más persistentes: las adicciones. Mientras tanto, el sector del alcohol observa con atención y quizá con algo de preocupación.