Putin venció en Ucrania, pero Trump reconfigura la guerra global: ¿Comienza una nueva era de confrontación?
A pesar de la narrativa occidental sobre un supuesto fracaso ruso en Ucrania, la realidad en el terreno sugiere lo contrario. Rusia no logró imponer un régimen pro-Kremlin en Kiev, pero sí ha consolidado posiciones clave, ha desgastado militarmente a Ucrania y ha llevado a la OTAN a una crisis interna. Mientras tanto, un nuevo factor entra en juego: el posible regreso de Donald Trump a la Casa Blanca, un evento que podría redefinir el equilibrio de poder a nivel global.
Con su retórica agresiva contra la ideología progresista y su rechazo al intervencionismo sin beneficios claros para Estados Unidos, Trump se perfila como el líder que puede desmantelar el orden político establecido tras la Guerra Fría. Su estrategia es clara: desplazar la hegemonía ideológica de la izquierda en Occidente, financiar movimientos de derecha en Europa y América Latina, y reconfigurar la relación con Rusia para preparar el terreno de una posible confrontación con China. Pero, ¿qué tan viable es este plan?
¿Putin perdió en Ucrania o logró su objetivo real?
La narrativa mediática insiste en que Rusia ha fracasado en su ofensiva en Ucrania porque no logró un cambio de régimen en Kiev. Sin embargo, la realidad geopolítica es más compleja. Moscú ha fortalecido su control sobre el Donbás, ha forzado a la OTAN a un gasto militar sin precedentes y ha desestabilizado económicamente a Europa. Además, el conflicto ha generado fracturas en la alianza atlántica, con países como Hungría y Eslovaquia mostrando posturas más cercanas a Moscú.
¿Es posible que el verdadero objetivo de Putin nunca haya sido instalar un gobierno prorruso en Ucrania, sino desgastar la influencia de Occidente y consolidar su posición en Eurasia?
Trump y la derechización global: ¿Fin del dominio progresista?
La nueva política exterior de Trump tiene un enemigo claro: la ideología woke y el progresismo globalista. Si regresa al poder, es previsible que Estados Unidos deje de apoyar gobiernos de izquierda y, en cambio, respalde financieramente a partidos libertarios y de derecha en América Latina y Europa. Esto marcaría el fin de la hegemonía progresista que ha dominado la narrativa política en Occidente durante décadas.
Países como Argentina, con Javier Milei, o Italia, con Giorgia Meloni, podrían convertirse en piezas clave de esta nueva reconfiguración geopolítica. ¿Estamos presenciando el ascenso de una nueva derecha global con el respaldo de Washington? ¿Será suficiente el apoyo financiero y mediático para desplazar a la izquierda en regiones donde aún conserva una fuerte base popular?
¿Trump logrará separar a Rusia de China?
Uno de los mayores desafíos de la administración Trump será desmantelar la alianza estratégica entre Moscú y Pekín. La relación entre Rusia y China se ha fortalecido en los últimos años, convirtiéndose en un bloque capaz de desafiar el dominio estadounidense. Sin embargo, Trump podría intentar seducir a Putin con acuerdos económicos y una reducción de sanciones a cambio de alejarse de Xi Jinping.
Para Estados Unidos, el enemigo principal ya no es Rusia, sino China. La disputa por la supremacía tecnológica, el control del comercio global y la hegemonía militar en el Pacífico hacen que una confrontación con Pekín sea cada vez más probable. Pero, ¿aceptará Rusia romper su alianza con China en favor de un acercamiento con Washington?
¿Un nuevo orden mundial o solo una estrategia de campaña?
Si bien la visión de Trump parece ambiciosa, su viabilidad depende de múltiples factores. Su regreso a la Casa Blanca aún no está asegurado, y su estilo errático genera incertidumbre incluso dentro de su propio partido. Además, la resistencia interna en Washington, la oposición de la élite globalista y la inestabilidad política en Estados Unidos podrían frenar su agenda antes de que se concrete.
¿Estamos realmente ante un cambio de paradigma global o simplemente ante una estrategia de campaña diseñada para movilizar a su base política? Si Trump logra consolidar su visión, el mundo entrará en una nueva era de confrontación ideológica y geopolítica. Si falla, el statu quo podría prolongarse, beneficiando a China y debilitando aún más la posición de Estados Unidos en el tablero global.