La Casa Real de Noruega sacudida por escándalos y polémicas
La monarquía noruega atraviesa una de sus crisis más intensas en décadas. Desde hace varios meses, los reflectores están sobre los miembros de la familia real, protagonistas de una serie de controversias que han puesto en tensión tanto su imagen como el futuro de la institución.
El caso que más ha conmocionado al país es el de Marius Borg Høiby, hijo de la princesa Mette-Marit, acusado de 32 delitos que incluyen agresiones físicas, cuatro violaciones, resistencia a la autoridad y múltiples infracciones de tráfico. Detenido en agosto de 2024, Borg enfrenta un proceso que comenzará en enero de 2026 y podría implicarle hasta 10 años de prisión. Aunque la Casa Real ha guardado silencio, la situación ha generado preocupación interna y pone en duda la estabilidad familiar, incluso durante vacaciones compartidas.
La salud de los monarcas añade otra capa de tensión. El rey Harald V y la reina Sonia requieren marcapasos por problemas cardíacos, mientras que los príncipes herederos también enfrentan dificultades. La princesa Mette-Marit padece fibrosis pulmonar crónica, lo que ha obligado a cancelar varias actividades oficiales.
A esto se suma la polémica boda de la princesa Marta Luisa con el chamán Durek Verret en agosto de 2024. Lejos de la tradición de permitir cobertura mediática abierta, la pareja vendió la exclusividad a revistas internacionales, generando malestar en sectores de la familia real y de la sociedad. La decisión provocó críticas y desconcierto, al punto que se especuló sobre la asistencia de miembros de la familia a la ceremonia.
Fortuna y negocios de los príncipes herederos
El príncipe Haakon también ha sido foco de críticas por sus actividades financieras. Su negocio millonario ha multiplicado por cinco su fortuna, basado en el arrendamiento de varias viviendas ubicadas en terrenos de titularidad real cedidos por su padre. Parte de las obras de mantenimiento de la finca privada de Skaugum, residencia de la familia heredera, se financia con fondos estatales, lo que ha generado cuestionamientos sobre el destino de los ingresos obtenidos a través de la empresa unipersonal Skaugum Gård, que administra Haakon junto a su esposa.
Entre las sombras de estas polémicas, emerge la figura de la princesa Ingrid Alexandra, hija mayor de Haakon y Mette-Marit. Con apenas 20 años, ha logrado ganarse la aceptación de la población noruega, con un respaldo del 67,2% según encuestas de Norstat para la cadena NRK. Su presencia es vista como un rayo de esperanza capaz de restaurar la confianza en la monarquía y equilibrar la percepción pública frente a los recientes escándalos.
En conjunto, los problemas legales, de salud y financieros que enfrenta la Casa Real de Noruega muestran una institución que debe navegar entre la tradición y la creciente crítica ciudadana. Mientras la atención mediática sigue fijada en sus miembros, el futuro de la monarquía dependerá de cómo manejen estas crisis internas y del papel que juegue la nueva generación encabezada por Ingrid Alexandra.