El príncipe japonés cumple 19 años y el trono imperial se juega su futuro

Japón celebró con toda la pompa posible la mayoría de edad del príncipe Hisahito, el único varón joven de la familia imperial y segundo en la línea sucesoria. Pero detrás de las carrozas y las coronas de seda, la monarquía hereditaria más antigua del mundo enfrenta un problema de talla gigante: la escasez de herederos varones.

El sobrino del emperador Naruhito se vistió con ropas tradicionales, recibió su tocado negro de adulto y hasta paseó en un carruaje tirado por caballos. Prometió ser responsable y cumplir con sus deberes. Lo que no mencionó es que, básicamente, el futuro de una dinastía de 2600 años recae sobre sus hombros. No es poca presión para un chico de 19 años que estudia biología y le gustan las libélulas.

La princesa Aiko, hija del emperador, tiene 23 años pero, por las reglas actuales, está fuera de juego. La ley sólo permite emperadores, no emperatrices. Esto ha generado un debate nacional: ¿Japón modernizará sus normas o se aferrará a una tradición que podría llevar a la monarquía a un callejón sin salida?

Un dilema real con sabor a telenovela

La familia imperial japonesa parece vivir en un culebrón de época. Las mujeres que se casan con ellos enfrentan una presión insoportable para tener varones. La emperatriz Masako, una brillante ex diplomática, desarrolló una enfermedad por estrés tras unirse a la familia. La princesa Mako, hermana de Hisahito, se fue a Estados Unidos con su esposo común y corriente después de que los tabloides enloquecieran por supuestos problemas financieros de su suegro.

Mientras el príncipe Hisahito paseaba en su carroza, los expertos se preguntan si será el último emperador. Detrás de él en la línea sucesoria está su padre de 59 años y luego su tío abuelo de 89. El equipo titular está envejeciendo y no hay relevo juvenil en el banquillo.

La solución parece obvia para el público: dejar que las mujeres reinen. Pero los tradicionalistas insisten en que la línea masculina «ininterrumpida» es la base de Japón. Un panel gubernamental incluso sugirió traer de vuelta a parientes lejanos, como si se tratara de buscar piezas de repuesto para un modelo antiguo.

Hisahito, por su parte, intenta llevar una vida normal. Es estudiante universitario, le apasionan los insectos y hasta ha coescrito un estudio sobre libélulas. Cuando le preguntaron sobre el matrimonio, dijo que aún no lo piensa mucho. Quién puede culparlo, con el historial de las mujeres en su familia, probablemente sea comprensible su cautela.

Mientras tanto, el gobierno pospone el debate. La gente está más preocupada por la inflación que por los dramas palaciegos. Pero la cuenta regresiva continúa. La monarquía necesita un plan B, y pronto, porque la naturaleza no perdona y las libélulas, por más interesantes que sean, no solucionarán un problema de sucesión imperial.

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