El Pueblo Mágico que conquistó a Brad Pitt y Julia Roberts

En 2001, Hollywood puso los ojos en un rincón escondido de San Luis Potosí. Brad Pitt y Julia Roberts llegaron hasta Real de Catorce para filmar The Mexican (La mexicana), una cinta que combinaba romance, humor e intrigas de la mafia, y que terminaría recaudando casi 200 millones de dólares en taquilla. Pero más allá de la historia que contaba la película, fue el pueblo el que se robó la atención del mundo.

Real de Catorce, alguna vez un próspero centro minero y hoy Pueblo Mágico, posee una atmósfera casi irreal: calles empedradas que parecen sacadas de otra época, casas de piedra que resisten al tiempo y un paisaje semidesértico que se extiende hasta donde alcanza la vista. La única entrada al lugar es el Túnel Ogarrio, un pasaje de más de dos kilómetros construido entre 1897 y 1901, que da la bienvenida con un aire de misterio. Fue por ahí donde, en una de las escenas más recordadas, Brad Pitt aparece montado en un burro, marcando la llegada de su personaje a ese México profundo que la cinta quiso retratar.

La magia de Real de Catorce en el cine y la vida real

El director Gore Verbinski confesó que eligió el pueblo porque cada calle y cada edificio parecían contar su propia historia. No eran decorados de cartón piedra: era un espacio real que transmitía autenticidad. Julia Roberts recordó que filmar ahí fue como trabajar en un lugar detenido en el tiempo, mientras que Brad Pitt señaló que la experiencia le permitió conectarse de un modo distinto con la trama.

Durante el rodaje, la parroquia de la Purísima Concepción sirvió de telón de fondo para escenas clave, incluyendo el enfrentamiento final con la mafia y un beso que aún recuerdan los habitantes. Incluso se recrearon sets en el mismo pueblo para filmar secuencias de flashback, mezclando lo real con lo cinematográfico.

La presencia de dos estrellas de Hollywood revolucionó la vida de Real de Catorce. Para muchos de sus pobladores, La mexicana fue más que una película: fue un escaparate que mostró al mundo la belleza de su tierra. Desde entonces, viajeros de todo el planeta han llegado atraídos por ese aire místico, por sus leyendas de fantasmas y por la cercanía con Wirikuta, sitio sagrado para los huicholes.

Hoy, además de recorrer sus calles y ruinas mineras, los visitantes pueden vivir cabalgatas hacia el Pueblo Fantasma, paseos en vehículos todoterreno por la sierra, o lanzarse por una tirolesa que atraviesa el paisaje a más de 500 metros de altura. En la Plaza Hidalgo es posible probar platillos típicos, comprar artesanías y escuchar a los lugareños contar historias que se mezclan entre mito y memoria.

A más de dos décadas del estreno de la cinta, Real de Catorce sigue siendo recordado no solo como un escenario de cine, sino como un lugar que condensa la riqueza cultural, histórica y espiritual de México. Un sitio donde las piedras hablan, las leyendas viven y el tiempo parece detenerse, tal como lo descubrieron Brad Pitt y Julia Roberts aquella vez que, sin saberlo, terminaron inmortalizando a un pueblo mágico en la gran pantalla.

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