Pueblos indígenas llegan a la COP30 para exigir financiamiento y decisión real en la lucha climática

Una barcaza multicolor atracó este sábado en las orillas del río Guamá, en Belém, Brasil, con un mensaje que resume décadas de reclamos: “Exigimos financiación”. A bordo del “Golfinho Mar II” viajaban cerca de doscientos representantes de comunidades indígenas, pueblos tradicionales y movimientos socioambientales de 21 países de América Latina —entre ellos México, Colombia, Chile y Brasil— que buscan hacerse oír en la Cumbre Climática de la ONU (COP30).

La embarcación partió desde Santarém y recorrió la cuenca amazónica en una travesía simbólica de resistencia organizada por la Alianza de los Pueblos por el Clima. “Estamos preparados para hacer de esta la COP del pueblo. Queremos que la financiación llegue a la base, a quienes defendemos los territorios”, expresó Val Munduruku, líder del pueblo amazónico del mismo nombre.

El viaje reunió a representantes de comunidades que resguardan la mayor parte de la biodiversidad del planeta pero siguen marginadas de las negociaciones climáticas. Los Munduruku, como otros pueblos de la Amazonia, enfrentan invasiones de madereros, mineros y el avance del crimen organizado.

Voces desde México y el Caribe

Mario Quintero, originario de Oaxaca y coordinador de la Asamblea de los Pueblos Indígenas del Istmo, encabeza una comitiva mexicana que llegó a Belém tras enfrentar obstáculos en su recorrido. “Fuimos detenidos durante horas en Nicaragua. Nos investigaron por nuestros perfiles políticos, pero seguimos adelante”, relató.

Quintero denunció que en el Istmo de Tehuantepec operan más de veinte parques eólicos y proyectos mineros que benefician solo a grandes consorcios. “El 80% de la biodiversidad está en territorios indígenas y, sin embargo, somos los últimos en ser escuchados. El Corredor Interoceánico amenaza con borrar nuestra forma de vida”, advirtió.

Desde Colombia, el activista beliceño Jason Salgado, de la organización Barranquilla +20, insistió en que los pueblos originarios, mujeres y jóvenes deben ser parte de las decisiones que “determinan nuestro futuro”. Señaló los impactos del cambio climático en los manglares de la Ciénaga de Mallorquín, donde el aumento del nivel del mar y la expansión urbana afectan a familias que dependen de la pesca y el turismo.

Ana Rosa Calado, representante de los pueblos terreiros de matriz africana, lamentó que “tras casi treinta conferencias del clima no haya respuestas concretas” y reclamó que esta COP “deje de ser un foro de discursos y se convierta en un espacio de compromisos reales”.

Afganistán busca un lugar en la cumbre

A la par de la llegada de las delegaciones indígenas, el gobierno talibán de Afganistán pidió participar en la COP30, argumentando que el cambio climático “no debe politizarse”. En Kabul, el director de la Agencia Nacional de Protección Ambiental, Matiul Haq Khalis, sostuvo que su país sufre los efectos del calentamiento global y debe ser incluido en los debates internacionales.

El encuentro preparatorio fue acompañado por la Unión Europea, que reiteró su apoyo a la resiliencia climática afgana. Afganistán, afectado por cuatro décadas de guerra, padece una grave crisis hídrica agravada por sequías y una gestión deficiente de sus recursos naturales.

El régimen talibán pretende enviar una delegación a Belém, pese a su aislamiento internacional, para reclamar cooperación frente a la crisis ambiental.

Estados Unidos se ausenta de la COP30

Mientras tanto, la Casa Blanca confirmó que Estados Unidos no enviará a ningún alto funcionario a la cumbre que comenzará el 10 de noviembre en Belém. El presidente Donald Trump, que volvió a retirar al país del Acuerdo de París, continúa negociando de manera bilateral con otros gobiernos temas energéticos y comerciales.

Un funcionario estadounidense, bajo anonimato, señaló que “el presidente mantiene un diálogo directo con líderes del mundo sobre alianzas energéticas”. Brasil, anfitrión del evento, informó que menos de 60 jefes de Estado confirmaron su participación en la cumbre de líderes prevista para el 6 y 7 de noviembre.

En este escenario de tensiones y ausencias, los pueblos indígenas buscan que su presencia en Belém marque un punto de inflexión. “No venimos a pedir permiso —dijo Val Munduruku—. Venimos a presionar para que el mundo escuche a quienes cuidan la Tierra desde hace milenios”.

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