El ajolote “invisible” de Xochimilco resiste: el censo no detectó ninguno, pero la ciencia demuestra que aún viven

Un reciente censo de ajolotes en Xochimilco —el primero en más de una década— arrojó un resultado alarmante: ningún ejemplar fue capturado mediante métodos tradicionales de pesca.

No obstante, los investigadores no se dieron por vencidos. Empleando análisis de ADN ambiental (eDNA), una técnica innovadora capaz de detectar rastros genéticos en el agua, el Laboratorio de Restauración Ecológica de la UNAM confirmó que el Ambystoma mexicanum sigue presente en los canales de Xochimilco.

Este muestreo se realizó en 115 puntos del Área Natural Protegida de Xochimilco —un espacio de 2,522 hectáreas reconocido por la UNESCO— y destacó que las señales genéticas solo aparecieron en canales con mejor calidad de agua y biodiversidad, es decir, en refugios ecológicos clave.

Los números son contundentes: la densidad pasó de unos 6,000 ajolotes por km² en 1998, a apenas 36 en 2014, hasta llegar al preocupante ‘cero’ en las redes tradicionales.

El Dr. Luis Zambrano, líder del estudio, atribuye esta caída a tres factores principales:

  1. La introducción de especies invasoras como carpas y tilapias, que consumen huevos y crías de ajolote y compiten por su alimento.
  2. La contaminación del agua, que limita severamente los hábitats viables.
  3. El estrés por el ruido y la iluminación humana, que los enferma y disminuye drásticamente su supervivencia.

Este censo, realizado entre septiembre de 2024 y febrero de 2025, constituye solo la primera fase de un esfuerzo más amplio, que continuará entre septiembre de 2025 y febrero de 2026, con más muestreos y un enfoque comparativo.

Además, se recogieron 53 muestras de eDNA para respaldar estas conclusiones: 10 de ellas en zonas refugio y 43 fuera, siguiendo un diseño sistemático con intervalos de 400 metros en las 115 ubicaciones. Todas fueron procesadas en la UNAM.

Para el Dr. Zambrano, estos resultados, aunque preocupantes, también son esperanzadores: demuestran que hay poblaciones remanentes y que es posible dirigir esfuerzos de restauración basados en evidencia.

Además, destaca que la conservación del ajolote no es solo una tarea académica, sino social: requiere la participación activa de chinamperos, vecinos, restaurantes, autoridades y visitantes. “Hay que crear vínculos entre el icono cultural del ajolote y su realidad en Xochimilco”, comenta, pues muchos lo reconocen por su presencia en billetes o como objeto de souvenirs, pero no como un ser vivo amenazado en su propio entorno.

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