Alineación solar en Monte Albán revela secretos ancestrales

El pasado 1 de septiembre, la zona arqueológica de Monte Albán fue escenario de un fenómeno que une ciencia, tradición y espiritualidad: la alineación del sol con estructuras de la antigua ciudad zapoteca. En el marco del taller Introducción a la arqueoastronomía de Monte Albán, especialistas mostraron cómo la traza geométrica de los edificios dialoga con el paisaje y los ciclos solares que guiaban la vida prehispánica.

Esa fecha, situada veinte días después del 13 de agosto —cuando ocurre la alineación solar canónica en Teotihuacan— y veinte días antes del equinoccio de otoño, marca un punto clave en el calendario agrícola. También se asocia con el amanecer del 12 de febrero, inicio del Cempohuallapohualli, calendario que organizaba las siembras y cosechas en Mesoamérica.

El arqueoastrónomo Aarón Uriel González Benítez explicó que el 2 de septiembre pertenece a la llamada “familia 73”, una serie de fechas vinculadas a orientaciones rituales y agrícolas, documentadas en sitios como Dzibilchaltún, El Tajín y Tenochtitlan. Estas conexiones muestran que los pueblos antiguos no solo observaban el cielo, sino que lo incorporaban a la arquitectura para marcar tiempos sagrados.

El taller se enfocó en el conjunto conocido como Vértice Geodésico. Desde la escalinata del Edificio VG, los asistentes pudieron observar cómo el sol se oculta alineado con el Templo de las Dos Columnas, un espectáculo que también ocurre cada 11 de abril. Aunque las columnas pudieron haber sido modificadas, la correspondencia astronómica se mantiene, confirmando el profundo conocimiento zapoteca sobre el movimiento del sol.

Las condiciones climáticas permitieron apreciar con nitidez el fenómeno, reforzando la idea de que Monte Albán fue mucho más que un centro político y ceremonial: fue también un observatorio celeste, donde cada rayo solar recordaba el vínculo entre el tiempo humano y el orden cósmico.

Reconocido como Patrimonio Cultural de la Humanidad, Monte Albán sigue revelando que sus piedras guardan un lenguaje solar que, más de dos milenios después, aún ilumina nuestra manera de entender el mundo.

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