Graciela Iturbide, mirada mexicana que trasciende fronteras, recibe el Premio Princesa de Asturias de las Artes
La fotógrafa mexicana Graciela Iturbide recibió en Oviedo el Premio Princesa de Asturias de las Artes 2025, reconocimiento que la artista definió como un honor y una oportunidad para celebrar la fuerza universal de la imagen. En su discurso, recordó que la fotografía, como el arte, “no conoce fronteras ni necesita pasaporte”, y afirmó sentirse “ciudadana del mundo”.
Iturbide, autora de obras emblemáticas como Nuestra Señora de las Iguanas, Ojos para volar y Mujer ángel, dijo que la fotografía no es una verdad absoluta, sino una interpretación. “Cada imagen refleja mis emociones, mis sueños, mi intuición”, expresó. A lo largo de más de medio siglo, su cámara ha sido su ventana al mundo y también su forma de mirar de nuevo a México, a sus paisajes y a su diversidad indígena.
Durante la ceremonia, recordó el legado del mestizaje que define a los mexicanos y rindió homenaje a los intelectuales españoles exiliados que llegaron al país tras la Guerra Civil, quienes enriquecieron la vida cultural mexicana. Reconocida por combinar lo documental con lo poético, Iturbide señaló que nunca busca construir una imagen: “Todas han sido fruto del azar y del encuentro”.
La artista compartió además que evita fotografiar la guerra o la violencia, porque se considera una persona “muy frágil”. Prefiere concentrarse en los ritos cotidianos, las tradiciones y los gestos humanos que revelan la complejidad de la vida. “Mi cámara me ayudó a conocer mi país”, dijo al recordar su trabajo en comunidades indígenas, a las que se acercó para aprender, no para retratar desde la distancia.
Con una trayectoria reconocida en museos de todo el mundo —del Centro Pompidou al Getty Museum—, Iturbide ha sido distinguida con múltiples premios internacionales, entre ellos el Nacional de Ciencias y Artes en México, el PHotoEspaña y el Lucie Award en Estados Unidos. Sin embargo, su discurso en Oviedo fue más íntimo que celebratorio: habló del arte como un acto de comprensión y del misterio que toda imagen debe conservar.
“Si al ver mis fotos la gente dice ‘esto es México’, yo respondo: ‘no, esto es Graciela Iturbide’”, señaló, convencida de que su obra no busca representar un país, sino transmitir la mirada personal con la que lo ha recorrido. Para ella, cada fotografía es una forma de poesía, un instante donde se mezcla la realidad y el sentimiento, la observación y el azar.
Con serenidad, concluyó que la fotografía no tiene dueño. “No me molesta que manipulen mis imágenes; son parte del mundo, y yo solo las comparto”, dijo. En ese gesto, Iturbide reafirmó lo que su obra ha demostrado desde hace décadas: la mirada de una mexicana que ha hecho del mundo su casa y de la luz, su lenguaje.
