México quiere darle la vuelta al sargazo: de plaga costera a fuente de energía sostenible
El sargazo ha sido, durante años, una pesadilla recurrente para las costas mexicanas. En Quintana Roo, su llegada masiva cubre playas, ahuyenta al turismo y altera los ecosistemas marinos. Sin embargo, México quiere dar un giro a esta historia: transformar esa alga que huele mal y ensucia el paisaje en una fuente de energía renovable, fertilizantes y materiales de construcción.
El nuevo plan surge en alianza con la Unión Europea, que colabora con el país en proyectos de economía circular y aprovechamiento sustentable del sargazo. Durante su visita a Quintana Roo, el comisario europeo para Asociaciones Internacionales, Jozef Síkela, se reunió con funcionarios mexicanos para revisar los avances de esta cooperación. La meta, según explicó José Luis Samaniego Leyva, subsecretario de Desarrollo Sostenible y Economía Circular, es dejar de ver el sargazo como un desecho costero y convertirlo en un recurso productivo.
El proyecto más ambicioso es el desarrollo de plantas de biogás capaces de procesar hasta 300 toneladas diarias de sargazo. En una de las instalaciones piloto ya se demostró que puede aprovecharse para generar energía limpia, fertilizantes y hasta combustibles sostenibles para la aviación. Además de reducir emisiones contaminantes, esta estrategia abriría oportunidades para la captura de carbono, la creación de empleos verdes y la reactivación de economías locales.
La gobernadora de Quintana Roo, Mara Lezama, destacó que este año se han recolectado más de 87 mil toneladas de sargazo con el apoyo de una flota de embarcaciones y nueve kilómetros de barreras marinas. A la par, el estado impulsa el Centro Integral de Saneamiento y Economía Circular, que busca aprovechar el alga como materia prima para biomateriales y productos agrícolas.
El gobierno federal también ha comenzado a considerar al sargazo como un recurso pesquero, lo que permite su recolección directa en el mar y su traslado a tierra firme para distintos usos industriales. De esta manera, México intenta reducir el impacto ambiental y económico que provoca la llegada de miles de toneladas de esta alga cada año.
Entre 2018 y 2024, se calcula que arribaron unas 60 mil toneladas a las costas del Caribe mexicano. Aunque en mar abierto cumple una función ecológica esencial, al alcanzar zonas poco profundas se convierte en una amenaza: modifica los ecosistemas, deteriora los arrecifes y golpea a las comunidades que dependen del turismo y la pesca.
Ahora, la apuesta es distinta. Si el plan avanza, el sargazo podría pasar de ser símbolo de crisis ambiental a ejemplo de innovación energética y cooperación internacional.