¿A qué generación perteneces? Así se definen las edades y experiencias que marcan a cada una

Cada generación tiene su propio pulso. Las crisis, los avances tecnológicos y los cambios culturales definen cómo las personas entienden el trabajo, la familia y, sobre todo, el momento en que se sienten realmente adultas. En México, donde el salto entre el pasado y la modernidad se vive a diario, las generaciones conviven en un mosaico que refleja las transformaciones del país: del ahorro y la estabilidad al emprendimiento digital y la precariedad laboral.

Un estudio global de Talker Research, “Adulthood Across Generations”, reveló que hoy la adultez se alcanza, en promedio, entre los 27 y los 28 años, lejos de los 18 que marca la ley. Siete de cada diez personas consideran que ser adulto es más difícil que hace una década, principalmente por los costos de vida, el retraso en la independencia económica y los cambios en los vínculos afectivos. Pagar las propias cuentas y tener ingresos estables son los nuevos símbolos de madurez.

Los nacidos entre 1928 y 1945 forman parte de la Generación Silenciosa, marcada por la Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial. Su adultez llegó temprano, con el trabajo como prioridad y pocas oportunidades de educación. Para ellos, madurar era asumir responsabilidades familiares y contribuir a la economía del hogar desde jóvenes.

Los Baby Boomers (1946-1964) crecieron en una época de prosperidad y expansión educativa. En México, muchos de ellos fueron protagonistas del auge urbano, del desarrollo de la clase media y de las primeras universidades públicas de gran alcance. Asociaron la adultez con formar una familia, conseguir empleo estable y, en muchos casos, comprar una casa antes de los 30.

Luego llegó la Generación X (1965-1980), que presenció la apertura comercial, los primeros ordenadores personales y una creciente incertidumbre económica. Para ellos, ser adulto implicó encontrar equilibrio entre la vida profesional y la personal, en un contexto donde el empleo dejó de ser sinónimo de estabilidad.

Los Millennials (1981-1996) crecieron entre la globalización, internet y las crisis financieras. En México, enfrentaron la flexibilización laboral, los créditos impagables y la expansión de la vida urbana. La adultez se volvió una transición más que un punto fijo: rentar en lugar de comprar, cambiar de empleo constantemente y priorizar el bienestar personal sobre las expectativas tradicionales. Según el estudio, más de la mitad define ser adulto como “pagar las propias cuentas”, aunque muchos aún viven con sus padres o dependen de redes de apoyo familiar.

Después aparecen los Centennials o Generación Z (1997-2010), la primera completamente digital. Crecieron conectados y con acceso a información ilimitada, pero también con una economía desigual y menos oportunidades de vivienda. En México, muchos de ellos estudian, trabajan en plataformas o emprenden desde redes sociales. Aunque adquieren hábitos financieros antes que los millennials, la independencia real se retrasa: menos de la mitad deja el hogar familiar antes de los 30 años.

La Generación Alpha, nacida a partir de 2011, aún no llega a la adultez, pero se anticipa como la más tecnológica y vigilada. Su infancia transcurre entre pantallas, inteligencia artificial y una relación con el mundo mediada por algoritmos. Crecerán en un entorno donde lo digital no será una herramienta, sino el medio natural para vivir, aprender y trabajar.

Cada generación mexicana, desde los abuelos que levantaron el país tras la guerra hasta los niños que hoy aprenden con IA, ha redefinido lo que significa madurar. El concepto de adultez parece moverse con el tiempo, adaptándose a las circunstancias de cada época.

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