Justicia después de seis décadas: mujer absuelta en Corea del Sur por defenderse de un agresor
En 1964, cuando tenía apenas 19 años, Choi Mal-ja vivió un episodio que marcaría el resto de su vida. Un joven de 21 años la atacó en la ciudad de Gimhae, al sur de Corea del Sur, la tiró al suelo y, mientras la sujetaba, le introdujo repetidamente la lengua en la boca, incluso tapándole la nariz para impedirle respirar. Desesperada, Choi reaccionó de la única manera que encontró para liberarse: mordió con fuerza y arrancó 1.5 centímetros de la lengua de su agresor.
Lo que parecía un acto de legítima defensa terminó en una condena para ella. En un fallo que escandalizó entonces a la opinión pública, el atacante recibió solo seis meses de cárcel, con la pena suspendida, y fue procesado únicamente por allanamiento e intimidación, sin que se reconociera el intento de violación. Choi, en cambio, fue condenada a 10 meses de prisión, también con suspensión de pena, por “lesiones graves”.
Ese veredicto de 1965 la persiguió durante seis décadas, hasta que este miércoles un tribunal de distrito en Busan anuló la condena y reconoció que su reacción fue “legítima defensa”. Según la nueva sentencia, Choi actuó para proteger “su integridad física y su autodeterminación sexual”, derechos que la justicia surcoreana reconoce hoy con mayor amplitud.
La sala estuvo cargada de emoción: Choi, hoy de 79 años, sonrió al recibir flores de sus simpatizantes, mientras un grupo de activistas agitaba pancartas con la frase: “¡Choi Mal-ja lo hizo!”. Para muchas mujeres, el fallo simboliza no solo la reparación de una injusticia histórica, sino también un paso adelante en la lucha contra la impunidad en los casos de violencia sexual.
En una conferencia de prensa posterior, Choi habló con voz firme: “Hace 61 años, en una situación que no comprendía, la víctima se convirtió en acusada y mi destino quedó sellado como el de una criminal. Quise ser una fuente de esperanza para quienes pasaron por lo mismo”.
El caso recobró fuerza a partir de 2017, cuando el movimiento #MeToo inspiró a Choi a buscar justicia. Desde entonces, Corea del Sur ha sido escenario de protestas masivas que lograron avances significativos: desde la despenalización del aborto hasta penas más severas contra delitos como el uso de cámaras ocultas y la pornografía no consentida.
Choi solicitó un nuevo juicio en 2020, pero los tribunales inferiores rechazaron su petición. No fue sino hasta 2024 que la Corte Suprema ordenó la reapertura del caso. En la primera audiencia, incluso los fiscales pidieron disculpas y solicitaron la absolución de la mujer, reconociendo que el proceso original la había revictimizado.
Ahora, tras más de medio siglo de espera, su nombre queda limpio. Sus abogados anunciaron que buscarán una compensación económica por los daños sufridos a raíz de la condena. Más allá de lo material, lo que queda es un mensaje poderoso: que la defensa propia frente a la violencia sexual no puede ser tratada como un delito.
La historia de Choi Mal-ja revela lo mucho que ha cambiado la percepción de la justicia y de los derechos de las mujeres en Corea del Sur. Pero también recuerda que esas transformaciones no llegan solas: requieren de luchas largas, valientes y, en muchos casos, dolorosas.