Un cangrejo tropical en la Antártida: el fósil que revela secretos del Cretácico

En un rincón helado del planeta, donde hoy solo hay glaciares y vientos cortantes, apareció un invitado inesperado del pasado: un cangrejo de 85 millones de años. El hallazgo se dio en la isla James Ross, al noreste de la península Antártica, durante una expedición brasileña que terminó desenterrando un fósil tan raro como valioso.

El ejemplar, bautizado Sabellidromites santamarta, pertenece a un linaje cercano a los cangrejos que hoy viven en mares tropicales. La paradoja es clara: lo que hoy es hielo eterno, en pleno Cretácico era un territorio cálido y húmedo, rodeado de mares templados y bosques verdes donde convivían peces, moluscos, reptiles marinos y, como ahora sabemos, crustáceos.

Lo sorprendente no es solo la antigüedad del fósil, sino su estado de conservación excepcional. A diferencia de la mayoría de los restos de cangrejos, que suelen limitarse al caparazón, este incluye abdomen, patas y hasta el mecanismo de “enganche” que protegía el cuerpo. “Es muy raro observar la anatomía ventral en fósiles de cangrejo”, explicó Daniel Lima, paleontólogo brasileño y autor principal del estudio. Gracias a esos detalles, los investigadores pudieron reubicar al género dentro de la familia Dynomenidae, un grupo antes abundante y hoy reducido a unas cuantas especies.

Antártida: del calor al hielo

Hace 85 millones de años, la Antártida estaba lejos de ser el páramo helado que conocemos. Era un mosaico de deltas y mares conectados, un escenario perfecto para que distintas formas de vida migraran entre continentes. El cangrejo hallado podría haber llegado desde el mar de Tetis siguiendo corrientes oceánicas, o bien haberse diversificado en Gondwana, ese rompecabezas continental que alguna vez unió Sudamérica, África y la Antártida.

La excavación se realizó en la formación Santa Marta, un sitio que conserva con lujo de detalle los ecosistemas del Cretácico. El equipo pasó 32 días en condiciones extremas: viento de 70 km/h, frío bajo cero y aislamiento total. “Todo valió la pena cuando encontramos un fósil como este”, recordó Renato Ghilardi, coautor del trabajo.

Lo que falta por descubrir

Más allá de la anécdota, el fósil funciona como una pista sobre la danza de los continentes y océanos. Ayuda a explicar cómo especies tropicales pudieron aparecer en regiones australes, y confirma que aún quedan secretos guardados bajo el hielo.

El proyecto Paleoantar, que coordinó la campaña, busca justamente responder a estas preguntas y reforzar la cooperación internacional en la Antártida. Porque la Tierra nunca ha dejado de moverse, separarse y reinventarse. Y cada fósil, como este cangrejo inesperado, es un recordatorio de lo mucho que falta por comprender de nuestro propio pasado.

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