Los lagartos de plomo: sobrevivientes invisibles en la ciudad envenenada

En los patios y banquetas de Nueva Orleans, entre casas viejas pintadas con historia y contaminación, corretea un invasor que parece inmune al veneno. Son los anolis marrones, lagartos que llegaron desde Cuba y las Bahamas en los años noventa, desplazaron a los nativos verdes y hoy dominan parques, jardines y muros urbanos. Pero lo sorprendente no es su expansión: es su capacidad de sobrevivir a un ambiente tóxico que enfermaría a casi cualquier otra especie.

Un estudio reciente reveló que estos reptiles cargan en su sangre niveles de plomo jamás registrados en un vertebrado. En promedio alcanzan casi 1,000 microgramos por decilitro y un ejemplar superó los 3,100. Para ponerlo en perspectiva: en humanos no existe un nivel seguro, y aves como el cóndor de California, símbolo de conservación, mueren al rebasar los 500. Los anolis, en cambio, trepan paredes, cazan mosquitos y se reproducen como si nada pasara.

El equipo del biólogo evolutivo Alex Gunderson, de la Universidad de Tulane, comprobó que ni siquiera dosis experimentales extra de plomo lograron frenarlos: resistieron hasta 10,600 microgramos por decilitro sin mostrar síntomas graves. Ni pérdida de equilibrio ni desgaste físico, apenas algunos efectos menores en cerebro e hígado. Una resistencia que desconcierta y fascina a la ciencia.

Mutaciones que podrían salvar vidas humanas

La explicación parece estar en su ADN. Los investigadores detectaron diferencias en genes relacionados con el transporte de oxígeno y la regulación de metales en las células. Todavía no está claro cómo funciona, pero entenderlo podría abrir caminos para tratar intoxicaciones en personas expuestas a plomo y otros metales pesados.

Más allá de su fama de plaga urbana, los anolis marrones se han convertido en centinelas biológicos. Viven pegados al suelo, respiran polvo contaminado, beben agua cargada y devoran insectos envenenados. Si ellos marcan récords de tolerancia, también alertan sobre los riesgos silenciosos que enfrentan los habitantes humanos de la ciudad.

En medio de un entorno envenenado por viejas pinturas y gasolina con plomo, estos lagartos no solo sobreviven: prosperan. Su misteriosa resistencia podría convertirse, algún día, en la clave para protegernos del mismo veneno que ellos parecen ignorar.

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