Mayahuel y el nacimiento del tequila: la leyenda detrás de la bebida más mexicana
El tequila, orgullo nacional y embajador de México en el mundo, no solo es una bebida con denominación de origen y siglos de historia, también está envuelto en una leyenda prehispánica que mezcla amor, tragedia y un regalo divino para los pueblos originarios.
Según la tradición oral, en el cielo de lo que hoy conocemos como Tequila, Jalisco, vivía Mayahuel, una joven de extraordinaria belleza que poseía una planta mágica capaz de alimentar y saciar la sed de los primeros habitantes. Su abuela, una criatura celosa y temida conocida como Tzitzimime, la mantenía encerrada para evitar que compartiera ese don con el mundo.
Un día, Quetzalcóatl —dios del viento en su forma de Ehécatl— la descubrió y se enamoró profundamente. Tras varias noches de contemplarla desde el firmamento, decidió descender para proponerle escapar juntos y vivir su amor en la Tierra. Ella aceptó y, para protegerse de la furia de su abuela, se convirtieron en un árbol de dos ramas entrelazadas.
La dicha no duró mucho. Tzitzimime, enfurecida, descendió con otras entidades demoníacas y al encontrar el árbol, destrozó la rama en la que estaba Mayahuel. Sus restos fueron repartidos y devorados por las demás Tzitzimimes. Quetzalcóatl, devastado, recogió lo que quedaba de su amada y lo sembró en la tierra.
De esos fragmentos brotó por primera vez el agave, planta de hojas firmes y color verde azulado. Tiempo después, durante una tormenta enviada por los dioses, varios rayos cayeron sobre los agaves y quemaron sus corazones, liberando un aroma dulce y embriagador. Los antiguos pobladores probaron ese néctar que salía de las plantas y descubrieron una bebida que calmaba penas y animaba celebraciones. Así, nació el tequila.
Esta leyenda aún vive en los campos de Jalisco, en las fiestas populares, y en cada copa que honra a Mayahuel, símbolo de la generosidad, el amor eterno y el espíritu místico de México.