Meta se adentra en el negocio militar: Zuckerberg y el exilio reconvertido de Palmer Luckey
Mark Zuckerberg ha dado un giro estratégico que acerca a Meta al complejo industrial-militar de Estados Unidos. El CEO de la compañía firmó una alianza con Palmer Luckey, fundador de Oculus y actual director ejecutivo de Anduril, para desarrollar cascos de combate con inteligencia artificial y realidad aumentada destinados al ejército estadounidense. El sistema, bautizado como Eagle Eyes, promete dotar a los soldados de capacidades «sobrehumanas», integrando visión mejorada, audición aumentada y control remoto de drones directamente desde el campo de batalla.
Para Meta, este acuerdo representa una oportunidad clave para recuperar parte de los casi 100.000 millones de dólares invertidos en tecnologías de realidad extendida (XR), un mercado que, fuera del entretenimiento y el metaverso, encuentra en el sector defensa un cliente con fondos ilimitados. Pero el pacto también simboliza una reconciliación empresarial: Luckey fue despedido de Meta (entonces Facebook) en 2016 por financiar campañas propagandísticas a favor de Donald Trump. Hoy, su empresa, Anduril, es un contratista habitual del Pentágono y recientemente asumió parte del multimillonario contrato de 22.000 millones de dólares que Microsoft tenía para los cascos HoloLens.
El movimiento de Meta no es aislado. Refleja una tendencia creciente entre los gigantes tecnológicos —como Google, Amazon y Microsoft— que, tras años de resistirse abiertamente a colaborar con el ejército, ahora compiten por lucrativos contratos de defensa. La justificación oficial es la «innovación para la seguridad nacional», pero los críticos señalan que se trata de una monetización sin escrúpulos de tecnologías inicialmente diseñadas para consumo civil.
Mientras algunos celebran el avance tecnológico que Eagle Eyes podría suponer en operaciones militares, otros cuestionan los riesgos éticos: ¿Hasta qué punto debe una empresa que gestiona redes sociales y datos personales inmiscuirse en la guerra? La respuesta, al menos para Zuckerberg y Luckey, parece clara: el futuro de la realidad aumentada no está solo en los juegos o el metaverso, sino también en el campo de batalla.
