La tragedia de Hillsborough: 97 vidas que cambiaron la historia de Liverpool y del fútbol británico
Cada 15 de abril, Liverpool se detiene. No es un gesto protocolar, es una respuesta visceral al recuerdo más doloroso del fútbol británico. Ese día, en 1989, noventa y siete personas murieron aplastadas en el estadio de Hillsborough, en Sheffield, durante una semifinal de la FA Cup entre Liverpool y Nottingham Forest. Lo que debía ser una jornada de pasión y celebración, se convirtió en tragedia, negligencia y una lucha por la verdad que aún no termina.
Más de 24.000 hinchas viajaron desde el noroeste de Inglaterra. A las 15:06, seis minutos después del inicio del partido, los gritos dejaron de ser de aliento. Una avalancha humana colapsó los sectores 3 y 4 de la tribuna Leppings Lane, cerrados por rejas. Cientos de personas quedaron atrapadas y asfixiadas. El caos, la falta de respuesta médica y la ineptitud policial agravaron lo que ya era una escena dantesca. Las puertas exteriores se abrieron sin control y los hinchas fueron canalizados hacia los sectores más saturados. Las ambulancias no ingresaron. La policía no declaró emergencia.
En medio de la confusión, los jugadores observaron atónitos. Cuerpos eran usados como camillas improvisadas. La tragedia ya era irreversible.
Pocas horas después, comenzó otro infierno: el mediático. Diarios como The Sun replicaron versiones falsas, culpando a los propios hinchas de lo ocurrido. Se habló de alcohol, saqueos, agresiones. La ciudad reaccionó con indignación. Hasta hoy, Liverpool mantiene un boicot contra ese periódico.
Al día siguiente, las puertas de Anfield se abrieron sin que nadie las convocara. Miles de personas se acercaron a dejar flores, cartas, camisetas. Anfield se convirtió en santuario. Lo llamaron la Catedral de Anfield. También la Catedral Metropolitana se llenó de bufandas y silencio. Allí, el luto fue también identidad.
Entre las víctimas estaba Jon-Paul Gilhooley, primo de Steven Gerrard. Tenía solo ocho años. La pérdida marcó la vida del futuro capitán del Liverpool, quien más tarde contaría cómo esa tragedia definió su camino personal y profesional.
Pero el dolor no terminó ahí. En 1991, un jurado declaró que las muertes habían sido “accidentales”. La ciudad no aceptó esa versión. La lucha por la verdad se volvió una causa civil. En 2012, un panel independiente reveló que la policía había manipulado pruebas. En 2016, un nuevo veredicto confirmó que los 96 (entonces) hinchas murieron de forma ilegal y sin culpa alguna. En 2021, Andrew Devine, herido en el estadio, murió tras décadas con daño cerebral, convirtiéndose en la víctima número 97.
A pesar de todo, no hubo condenas. David Duckenfield, oficial a cargo, fue absuelto. Nadie ha sido responsabilizado penalmente. La impunidad ha sido una herida paralela. Algunos sobrevivientes se suicidaron. Otros aún viven con secuelas psicológicas.
Actualmente, las familias exigen la aprobación de la llamada Ley Hillsborough, que obligaría a las instituciones públicas a actuar con transparencia. También protegería a los ciudadanos frente a los abusos del poder. Aunque el primer ministro Keir Starmer prometió presentarla antes del 15 de abril de 2025, aún no ha cumplido.
Jenni Hicks, madre de Sarah y Victoria, dos de las víctimas, expresó que prefiere esperar una ley fuerte antes que una promesa incumplida o una versión diluida.
A 36 años del desastre, Hillsborough no es solo una tragedia del pasado. Es una deuda del presente. En cada 15 de abril, la ciudad guarda silencio. Frente a la llama eterna en Anfield, se leen los nombres de los 97. Porque la memoria persiste. Porque la verdad aún espera justicia.