La hoja de coca ante un posible cambio histórico: Bolivia y Colombia impulsan su despenalización
- En octubre, la OMS decidirá si la hoja andina debe salir de la lista de sustancias prohibidas. Detrás, una lucha cultural, política y científica por su reivindicación.
A más de tres mil metros de altura, en los pueblos de los Andes, masticar hojas de coca es mucho más que una costumbre: es una conexión espiritual con la tierra, una práctica ancestral cargada de identidad. Hoy, ese ritual milenario podría dejar de ser considerado un delito internacional. La Organización Mundial de la Salud (OMS) anunciará en octubre si recomienda cambiar el estatus legal de la hoja de coca, actualmente tratada como si fuera heroína o cocaína. Bolivia y Colombia lideran esta ofensiva por su reivindicación.
El uso ceremonial y cotidiano de la coca está profundamente enraizado en la vida andina. Más de nueve millones de personas en Bolivia, Colombia y Perú consumen la hoja diariamente por sus propiedades medicinales y nutricionales. Investigaciones científicas han demostrado que posee alto contenido de calcio, proteínas, vitaminas y efectos positivos para la digestión, la regulación de azúcar en sangre y el mal de altura.
Desde sus diversas variedades, como la Erythroxylum coca de los valles peruanos o la novogranatense trujillense del norte, la hoja ha sido cultivada por al menos ocho mil años. Sin embargo, en 1961 fue incluida en la Lista I de la Convención Única sobre Estupefacientes de la ONU, sin evidencia científica, bajo influencias racistas y pseudocientíficas que ignoraron las prácticas tradicionales de los pueblos originarios.
Una oportunidad histórica
En 2009, Bolivia inició el proceso para revertir esa clasificación, con apoyo de Colombia en años recientes. En 2023, la OMS aceptó revisar el estatus de la hoja y en marzo de 2026 se votará la decisión definitiva en Viena, en la Comisión de Estupefacientes. Durante la última sesión, representantes de ambos países denunciaron el error histórico cometido al prohibir una planta que no causa daños comprobados a la salud y cuya criminalización ha afectado de forma directa a cientos de miles de familias.
Mientras tanto, multinacionales como Coca-Cola siguen utilizando legalmente la hoja tras extraer sus alcaloides en laboratorios estadounidenses, gracias a excepciones establecidas en los mismos tratados que criminalizan su consumo tradicional en Sudamérica.
Legalizar la hoja no significaría abrir las puertas a la cocaína, sino diferenciar entre una planta ancestral y un derivado químico aislado. Esto permitiría el cultivo legal, reduciría la deforestación ligada al narcotráfico, generaría ingresos fiscales y abriría el camino para estudios más profundos sobre sus beneficios terapéuticos.
Si la OMS decide recomendar su despenalización total o parcial, comenzará un cambio de paradigma global. Si no, se perderá una oportunidad única para reparar una injusticia histórica y reconocer que la hoja de coca no es una amenaza, sino una aliada de la salud, la cultura y el equilibrio espiritual de millones.
