En México y América Latina, cuatro de cada diez niñas sufrieron violencia antes de cumplir 18 años

En México y el resto de América Latina, casi el 40% de las niñas han vivido algún tipo de violencia física o sexual antes de llegar a la mayoría de edad, según datos de UNICEF y la CEPAL. Detrás de esa cifra están historias que suelen quedar fuera del foco: niñas que crecieron entre la pobreza, la desigualdad y el silencio, con pocas oportunidades para cambiar su destino.

Cada 11 de octubre, el Día Internacional de la Niña recuerda que millones siguen expuestas a abusos, abandono escolar, matrimonios forzados o maternidades tempranas. En México, las estadísticas son duras: el 20% de las adolescentes entre 15 y 19 años ya fueron madres o están embarazadas, y gran parte de esos casos derivan de violencia sexual.

Infancias que nadie quiere ver

En América Latina, una de cada cinco jóvenes se casó siendo menor de edad y una de cada cuatro sufrió violencia de pareja antes de los 20 años. En zonas rurales o en contextos de migración, la vulnerabilidad es todavía mayor.

Las heridas no siempre se ven. Sonia Almada, psicóloga especialista en infancias, advierte que “la violencia emocional y simbólica deja huellas tan profundas como los golpes”. En México, esa violencia cotidiana se manifiesta en frases, juicios o estigmas que culpan a las niñas por la ropa que usan o por “madurar demasiado pronto”.

A eso se suma la exposición constante a contenidos sexualizados en redes sociales, música o publicidad. Según la Asociación Americana de Psicología, esta presión afecta la autoestima, deteriora la relación con el cuerpo y puede generar ansiedad o trastornos alimentarios.

Educación, autonomía y una deuda pendiente

La educación es la línea que separa el riesgo de la oportunidad. Las niñas que terminan la secundaria tienen menos posibilidades de casarse temprano y más acceso a empleos dignos, salud y autonomía. Pero en México muchas dejan la escuela por falta de recursos, violencia en casa o embarazo adolescente.

Natalia Haag, de AIDS Healthcare Foundation, señala que “la violencia sexual golpea con más fuerza a las niñas que viven en pobreza o que no tienen acceso a educación y salud sexual”. Por eso, insiste en políticas que garanticen información, acompañamiento y justicia.

Organizaciones como Educo o AHF impulsan programas que buscan empoderar a las niñas desde la infancia, a través de becas, talleres y espacios seguros. En México también existen redes comunitarias que acompañan a niñas y adolescentes en riesgo, muchas veces con pocos recursos pero con un compromiso profundo con su entorno.

El Instituto Nacional de las Mujeres ha advertido que la violencia contra niñas y adolescentes es uno de los delitos más ocultos del país, y que en la mayoría de los casos el agresor pertenece al entorno familiar.

Protegerlas implica más que leyes o campañas: requiere cambiar las formas en que la sociedad mira a las niñas, reconocer sus voces y dejar de justificar lo injustificable.

El futuro no está solo en las políticas, sino en las decisiones que se tomen hoy. Y, sobre todo, en escuchar a las niñas que siguen esperando ser vistas.

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