Incels en México: la subcultura del odio que alarma a familias y escuelas
El ataque ocurrido en el CCH Sur de la UNAM, donde un joven de 19 años apuñaló a un estudiante y luego intentó quitarse la vida, encendió una alerta nacional sobre la expansión del movimiento incel —abreviatura de involuntary celibate, “célibe involuntario”—. Este fenómeno, nacido en foros de internet y marcado por el resentimiento hacia las mujeres, crece silenciosamente en México a través de redes sociales y comunidades en línea que promueven discursos de odio y justificación de la violencia.
En esos espacios, jóvenes comparten frustraciones amorosas transformadas en ideología. Los incels aseguran que las mujeres los rechazan por no ser físicamente atractivos, exitosos o ricos, y canalizan ese enojo hacia una narrativa misógina que idealiza al “Chad” —el hombre atractivo con “éxito” con las mujeres— y desprecia a las llamadas “Stacy”, símbolo de la mujer deseada. La versión mexicana del movimiento se ha adaptado a la jerga local y suma cientos de usuarios activos en foros cerrados.
De acuerdo con el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad, de enero a agosto de 2025 se registraron 444 feminicidios en el país, con el Estado de México, Chihuahua y la Ciudad de México a la cabeza. Aunque no todos los casos están vinculados a la subcultura incel, el auge de estos grupos preocupa a padres y docentes, que observan cómo la misoginia digital permea entre adolescentes y adultos jóvenes.
Lourdes García, madre de una estudiante de preparatoria, expresó su temor: “Mi hija acaba de entrar a la prepa y me da miedo que rechazar a alguien la ponga en riesgo. Con lo del CCH, deberían aumentar la vigilancia”. El ataque de Lex Ashton, presunto simpatizante de ideas incel, puso en evidencia el riesgo de que el discurso de odio virtual se traduzca en violencia real.
Expertos consultados advierten que detrás de este fenómeno hay factores de salud mental y aislamiento social. Según la Organización Mundial de la Salud, uno de cada siete adolescentes mexicanos vive con algún trastorno mental. El neurólogo Óscar Sánchez Escandón explica que el estrés, los traumas y la soledad son detonantes frecuentes: “El cerebro rige la conducta y el juicio. Si un joven se siente marginado o sin propósito, es más vulnerable a ideologías destructivas”.
Investigaciones internacionales apuntan que los incels suelen ser hombres de entre 18 y 30 años, con baja autoestima, dificultades para relacionarse y, en muchos casos, padecimientos psicológicos o del espectro autista. Aunque el 80% afirma no aprobar la violencia, el lenguaje que usan en sus comunidades legitima la agresión como una forma de venganza. En países como Estados Unidos o Canadá, algunos ataques inspirados en su ideología han sido clasificados como terrorismo.
En México, colectivos como Ola Violeta A.C. piden que el fenómeno sea abordado con enfoque de género y salud mental. Insisten en que las escuelas y familias deben fomentar la educación emocional, el acompañamiento psicológico y la detección temprana de discursos violentos en redes.
El tema apenas comienza a discutirse con seriedad. Tal vez entender de dónde viene este enojo, qué lo alimenta y cómo se reproduce en el entorno digital sea una manera de anticipar sus consecuencias antes de que se vuelvan más difíciles de detener.