Sanae Takaichi, la exbaterista de heavy metal que rompe un siglo de política masculina en Japón

Japón tiene por primera vez en su historia una mujer al frente del gobierno. Sanae Takaichi, de 64 años, asumió como primera ministra tras imponerse en la votación parlamentaria del Partido Liberal Democrático (PLD), una fuerza dominada por hombres que ha gobernado casi sin interrupciones desde 1955. Su llegada marca un hito simbólico en un país donde las mujeres siguen siendo una minoría en la política: solo representan 15.7% de los escaños en la cámara baja.

Nacida en la prefectura de Nara en 1961, Takaichi creció en una familia trabajadora: su padre era oficinista y su madre, policía. En su juventud fue baterista en una banda de heavy metal, buceadora y apasionada de los autos; su Toyota Supra se conserva hoy en un museo local. Estudió en la Universidad de Kobe y más tarde realizó una pasantía en la oficina de la congresista estadounidense Patricia Schroeder, experiencia que la marcó políticamente.

Su carrera en la Dieta japonesa comenzó en 1993, cuando ganó un escaño como independiente. Desde entonces ha sido elegida diez veces y se consolidó como una de las voces más conservadoras del PLD. A lo largo de su trayectoria ocupó cargos como ministra de Asuntos Internos, de Comercio e Industria, y de Seguridad Económica. También fue una aliada cercana de Shinzo Abe, el primer ministro asesinado en 2022, a cuya visión nacionalista promete dar continuidad.

Takaichi ha dicho que su meta es convertirse en la “Dama de Hierro de Japón”, en alusión a Margaret Thatcher, de quien adopta tanto el estilo sobrio como la firmeza ideológica. Conservadora en temas sociales, se opone al matrimonio igualitario y a modificar la ley que obliga a las parejas casadas a compartir un solo apellido, pero ha propuesto medidas para aliviar el costo de la crianza, deducciones fiscales por servicios de cuidado infantil y mayor atención a la salud de las mujeres.

Sus posiciones nacionalistas incluyen la defensa de un ejército más fuerte, la visita al polémico santuario Yasukuni —donde se honra a los caídos de guerra, incluidos criminales de guerra— y la revisión de los libros de texto para resaltar una versión más “patriótica” de la historia. En política exterior, busca estrechar vínculos con Estados Unidos pero con mayor autonomía, y prepara una reunión con Donald Trump para renegociar acuerdos de defensa y comercio.

Takaichi llega al poder en medio del desgaste del PLD, acusado de corrupción y de desconexión con la sociedad japonesa, que enfrenta una población envejecida, baja natalidad y estancamiento económico. Su elección busca contener el avance de la derecha populista del partido Sanseito, que ha ganado terreno con un discurso nacionalista.

En su primer día como primera ministra nombró a dos mujeres en un gabinete de 19 miembros: Satsuki Katayama como ministra de Finanzas y Kimi Onoda en Seguridad Económica. Aunque la cifra sigue lejos de la paridad que Takaichi había prometido —comparable a la de países nórdicos—, su llegada al poder rompe una barrera histórica.

Desde su ciudad natal, los habitantes de Nara celebraron su ascenso con orquídeas y plegarias en los templos locales. Su ex peluquera y amiga Yukitoshi Arai, quien diseñó el corte de cabello que se volvió su sello, asegura que conserva el humor y la sencillez de su región. “No creo que sea una dama de hierro”, dijo. “Tiene el espíritu cálido de Kansai”.

Para Takaichi, el desafío apenas comienza. “La batalla empieza ahora”, escribió tras su victoria. Japón la mira como símbolo de cambio, aunque su agenda aún divide entre quienes ven en ella una apertura y quienes temen el retorno de un nacionalismo duro bajo rostro femenino.

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