Autos chinos: ni con 50% de arancel pierden ventaja en México

El anuncio del gobierno mexicano de aplicar un arancel de hasta 50% a los autos importados desde China encendió la mecha de un debate global. En Pekín lo interpretaron como una decisión tomada “bajo coerción” para alinearse con la presión de Estados Unidos, mientras que en México se presenta como una medida para proteger miles de empleos en la industria automotriz nacional.

Pero la historia no es tan simple: los fabricantes chinos parecen tener margen para resistir. Sus costos de producción son tan bajos que incluso con un arancel al máximo podrían mantener precios competitivos. El ejemplo más claro es BYD y su Dolphin Mini, un auto eléctrico que se vende en México por 415 mil pesos, muy por debajo del Chevrolet Bolt EUV, cuyo precio arranca en casi 659 mil.

Durante el primer semestre de 2025 llegaron al país más de 280 mil vehículos chinos, un alza de 24% respecto al año anterior. México incluso superó a Rusia como el principal destino mundial de esos autos. Aunque BYD suspendió sus planes de instalar una planta en territorio nacional por tensiones con Washington, la penetración del mercado ya es evidente: concesionarios, publicidad y clientes se multiplican.

Para China, el mensaje es político. Su cancillería advirtió que tomará medidas de respuesta y acusó a México de actuar presionado por Trump, que busca cerrar cualquier “puerta trasera” para los productos chinos rumbo al mercado estadounidense. Analistas internacionales señalan que la medida busca al mismo tiempo apaciguar a Washington y proteger la política industrial mexicana.

La duda es cómo reaccionará el consumidor. En Europa, tras los aranceles de 2023, las marcas chinas se recuperaron rápido y hoy tienen 10% del mercado eléctrico. En México, con menor poder adquisitivo, cualquier ajuste de precios pega directo al bolsillo, pero la balanza sigue inclinada: tecnología moderna, autonomía eléctrica y seguridad avanzada a costos que las marcas tradicionales difícilmente igualan.

El futuro inmediato está en juego entre proteger la industria nacional y mantener opciones accesibles para los compradores. Lo que es claro: ni siquiera un muro arancelario parece suficiente para frenar el avance de los autos chinos en las calles mexicanas.

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