El adolescente del sombrero en París que la gente creyó detective

La foto daba para inventar historias: policías resguardando una entrada cerrada del Louvre tras el robo de las joyas de la corona francesa y, a un costado, un joven vestido como si hubiera salido de una novela policiaca de mitad del siglo XX. Internet lo bautizó “el hombre del fedora” y las teorías no tardaron: ¿detective, agente encubierto, actor, inteligencia artificial? La respuesta resultó más sencilla y más humana: es Pedro Elias Garzon Delvaux, un adolescente de 15 años que vive con sus padres y su abuelo en Rambouillet, cerca de París.

El día del robo y la foto que lo volvió viral

Pedro no sabía que algo había ocurrido en el museo. Ese domingo simplemente fue con su familia a visitarlo, sin imaginar el caos detrás de las puertas cerradas. Mientras preguntaban a unos policías por qué el acceso estaba restringido, un fotógrafo de agencia tomó la imagen que terminaría recorriendo el mundo. Vestía traje de tres piezas: chaleco Yves Saint Laurent prestado por su padre, chaqueta elegida por su madre, pantalones Tommy Hilfiger y un reloj ruso antiguo restaurado. El fedora, inclinado con precisión, lo usa en ocasiones especiales. No estaba posando, sólo caminando.

La imagen comenzó a circular pocos días después. Una conocida le escribió para preguntarle si realmente era él. En redacciones y redes se discutía si el personaje existía o si era fruto de una edición digital. Incluso familiares dudaron hasta notar a su madre borrosa en el fondo de la escena. Pedro decidió no desmentir nada de inmediato. Le divertía el misterio. “Cuando hay misterio, no hace falta resolverlo tan rápido”, dijo en entrevista.

Un estilo propio

Pedro empezó a vestirse así hace menos de un año, inspirado en detectives como Sherlock Holmes y Hercule Poirot y en fotografías antiguas de líderes y artistas. Va a la escuela con traje, sin necesidad de uniforme. El sombrero, en cambio, lo usa sólo en fines de semana o visitas a museos. Dice que no es disfraz, sino una manera de sentirse cómodo. Entre compañeros, su estilo ya contagió a algunos: al menos un amigo comenzó a usar corbata algunos días.

Tras volverse viral, cerró sus redes para evitar la avalancha de mensajes. Luego las reabrió y decidió aceptar, con humor, el papel accidental que internet le asignó. Conserva una copia de la foto enmarcada y no descarta participar en algún proyecto audiovisual si lo llaman. Pero insiste en que no pretende convertirse en celebridad.

En medio del revuelo por un robo sofisticado, el adolescente del sombrero se volvió un símbolo distinto: no del delito ni de la investigación, sino de la capacidad de una imagen para despertar imaginación colectiva. Una escena común se volvió historia porque un chico decidió vestirse como si la vida fuese, aunque sea por un momento, una obra de misterio.

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