Cuauhmixtitlan: el origen sagrado de la gran Tenochtitlan

A 700 años de su fundación, la antigua Tenochtitlan revela nuevos significados que van más allá del relato histórico. Según el arqueoastrónomo Ismael Arturo Montero García, la fundación de la capital mexica fue más un acto ritual que un evento con fecha precisa. En realidad, los mexicas no celebraban el nacimiento de su ciudad, sino momentos clave como la consagración del Templo Mayor, especialmente tras etapas constructivas como la de 1487, cuando se encendió el Fuego Nuevo durante la veintena de Panquetzaliztli.

De acuerdo con Montero, los mexicas buscaban legitimar su linaje y proyectar un destino sagrado, no fechar un suceso. La fundación estaba vinculada con eventos astronómicos como la conjunción de Venus y el Sol en el solsticio de invierno, reforzando así el vínculo entre su cosmovisión y el espacio que habitaban.

De Cuauhmixtitlan a Tenochtitlan

Originalmente, el asentamiento sobre el islote fue llamado Cuauhmixtitlan, que significa “entre las nubes del águila”. A medida que el poder mexica se expandió, el nombre evolucionó a Tenochtitlan, “el lugar del tunal sobre la piedra”, reflejando una nueva etapa de hegemonía y dominio en el Valle de México.

El Templo Mayor no solo fue el centro religioso, sino un observatorio astronómico fundamental. Su diseño permitía a los sacerdotes observar con exactitud la trayectoria del Sol sobre la Cuenca de México. Esto convirtió al templo en el eje de un entorno urbano organizado con base en una centralidad simbólica, donde el cielo y la tierra se encontraban. Así, el trazo urbano de Tenochtitlan, aún visible en el Centro Histórico de la Ciudad de México, refleja esa profunda conexión entre los ciclos celestes, el tiempo ritual y el poder mexica.

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