500 días aislada en una cueva de Granada para ser récord mundial

  • Beatriz Flamini, deportista de élite, alpinista, escaladora y espeleóloga, lleva casi año y medio a 70 metros de profundidad, sin ningún tipo de contacto con el exterior ni tampoco referencias temporales

¿Se imaginan vivir durante un año y medio ajenos a todo lo que ocurre a nuestro alrededor? ¿Sin saber nada de las peripecias vitales de ninguno de nuestros seres queridos, sean estas buenas o malas? ¿Sin contar tampoco con noticias de cualquier tipo de acontecimiento de mayor o menor trascendencia a nivel local, nacional y mundial? ¿Aislados de todo y todos, con el añadido de encontrarse a 70 metros de profundidad y sin referencias temporales? ¿En una cueva, pero de verdad, sin sorna alguna? Fuera la imaginación. Beatriz Flamini, alpinista, escaladora y espeleóloga, lo ha hecho.

“Nos leemos de nuevo en abril/mayo del 2023. Nos vemos en las montañas”. Fueron las últimas palabras del post de Instagram más reciente de esta deportista de élite, fechado el 18 de noviembre de 2021. Poco después, la nada más absoluta durante 500 días, desde el 20 de noviembre de aquel año. 12.000 horas en total soledad en una cavidad situada en la Costa Tropical de Granada, donde no llega la luz del Sol, para probarse tanto en lo físico como en lo mental.

Todo para batir el récord mundial de permanencia en una cueva, a la par que un reto personal. La aventura, no apta para cualquiera, más bien para casi ningún mortal, llegará a su fin este viernes, cuando Flamini será localizada por su equipo para abandonar este aislamiento voluntario. No sabe que hay una guerra en Ucrania. Tampoco que el coronavirus ha dejado de preocuparnos en demasía. O que Isabel II ya no es la reina de Inglaterra. Por no saber, no sabe ni en qué día vive.

Pero Beatriz Flamini se pondrá al día de todo lo que le importe en su vida una vez vuelva a la superficie. Entonces, le informarán de que ha protagonizado el aislamiento subterráneo más duradero no sólo de España (103 días, hace ya cinco décadas), sino también del mundo: la italiana Christine Lanzoni ‘sólo’ pasó 269 días en un laboratorio subterráneo, allá por 2007.

 

Un reto con múltiples análisis

Todo empezó a gestarse hace dos años, cuando la propia Beatriz contactó con la productora Dokumalia y quiso protagonizar este auténtico desafío. Ofreciéndose, además, a que la repercusión mental y física que el reto iba a suponerle fuese objeto de diversos estudios científicos. También a protagonizar una serie documental que narrase su vida diaria en la cueva.

Esa experiencia ha arrojado todo tipo de vicisitudes: comida y agua suministradas en un punto intermedio de la cavidad donde no podía mantenerse comunicación, ejercicios para no perder la forma, dudas de todo tipo, problemas, falta de memoria y concentración, alucinaciones, cambios de humor, la sensación de que siempre son las cuatro de la mañana, días y noches eternos…

De ahí que este récord mundial haya servido para estudiar qué consecuencias tiene para el cuerpo humano el aislamiento social y la desorientación temporal. También el porqué de llevar a cabo este reto y todo lo que ha hecho posible superarlo. Al igual que los posibles cambios neuropsicológicos y cognitivos a consecuencia del mismo. En la Universidad de Granada y en la de Almería sabían que las conclusiones podrían ser valiosas en el ámbito científico y decidieron seguir muy de cerca la empresa de Flamini.

Una experiencia para la que se han necesitado una tonelada y media de material y alimentos, consumiéndose 1.000 litros de agua. No se puede pasar por alto el que bien puede ser el principal entretenimiento con el que ha contado la deportista mientras se aisló, la lectura: hasta 60 libros han pasado por sus manos.

 

El escenario del aislamiento

La cueva donde Beatriz Flamini ha vivido durante los últimos 500 días no fue elegida al azar. Un equipo de espeleólogos se aseguró de que en ella hubiese agua, luz y un sistema para ascender y descender por ella con seguridad. También se preparó un plan de emergencias por lo que pudiese ocurrir y se estuvo muy pendiente del estado de salud de Flamini.

El exterior sabía bien de las condiciones de la deportista gracias a las cámaras de vigilancia de la cueva y a las tarjetas de vídeo y notas que ella entregaba en un punto concreto para que pudiesen ser evaluadas fuera. Eso sí, sin ningún tipo de contacto ni para la entrega ni para la recepción de materiales, a diferencia de otros aislamientos efectuados en el pasado.

Flamini estaba tan mentalizada para lo que tenía entre manos que ni siquiera se llevó consigo un reloj. Ahora le toca volver al mundo plagado de interacciones que nos caracteriza y, una vez que los médicos y los psicólogos comprueben que todo está en orden, disfrutar de un merecido descanso.

Fuente : infobae

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