Oasis vuelve a México: crónica de un reencuentro esperado por 17 años

El ruido comenzó mucho antes de que se abrieran las puertas del Estadio GNP Seguros. Desde el martes 10 de septiembre, los rumores corrían por redes sociales: Oasis ya estaba en México. El aeropuerto capitalino fue testigo de una escena que parecía sacada de otro tiempo. Paul “Bonehead” Arthurs y Andy Bell, guitarra y bajo de la banda, aparecieron sonrientes y saludaron a los fans que llevaban horas esperando. Una selfie aquí, un video allá, y la certeza de que la historia estaba por repetirse: Oasis había vuelto.

La presencia de Noel y Liam Gallagher fue, como siempre, más enigmática. No hubo imágenes claras, pero sí especulaciones: que llegaron en vuelos separados, que entraron por otra terminal, que viajaron disfrazados de turistas comunes. Poco importaba: lo que de verdad contaba era que después de 17 años, los hermanos estaban listos para subir de nuevo juntos a un escenario mexicano.

Un ritual colectivo

El 12 y 13 de septiembre, la Ciudad de México se convierte en epicentro mundial del britpop. Desde temprano, la explanada del estadio se llena de playeras con portadas de Definitely Maybe y (What’s the Story) Morning Glory?. Entre la multitud se escuchan acentos de todos lados: fans que viajaron desde Monterrey, Guadalajara, Cancún e incluso desde Sudamérica para ser testigos del reencuentro.

El ambiente se parece más a un ritual que a un concierto. Algunos llevan pancartas, otros reparten brazaletes al estilo “swiftie”, en un gesto de comunidad inesperado. Incluso circula en redes un hashtag: #TlálocNoLlores, acompañado de memes y rezos improvisados para evitar que la lluvia arruine la noche.

A las 17:00 horas, las puertas se abren. El acceso es fluido: revisiones rápidas, instrucciones claras sobre lo que se puede ingresar —lentes de sol, baterías externas, sombreros, cámaras instantáneas— y lo que queda prohibido —paraguas, cámaras profesionales, alimentos, encendedores—. Todo apunta a un operativo bien pensado para evitar contratiempos.

A las 19:30 arranca Cage the Elephant, encargados de calentar motores con su estilo enérgico. El público responde con aplausos, pero la ansiedad por ver a Oasis flota en el aire.

El regreso de los Gallagher

Pasan las nueve de la noche y el rugido es ensordecedor: Oasis aparece en escena. Liam, con su eterna parka y su actitud desafiante, toma el micrófono; Noel, con su guitarra al frente, arranca los primeros acordes. Miles de gargantas corean Rock ’n’ Roll Star, y la emoción se convierte en un río imparable que recorrerá dos horas y media de música y memoria.

El setlist es un repaso por tres décadas de himnos. Wonderwall llega temprano, recibida como un canto generacional; Don’t Look Back in Anger transforma al estadio en un coro multitudinario; Champagne Supernova estira la noche hasta el infinito. Los celulares iluminan el lugar como un cielo de estrellas artificiales.

Para muchos, es la primera vez. Para otros, un reencuentro con el pasado. En 1998, 2000, 2006 y 2008, Oasis pisó escenarios mexicanos antes de su ruptura en 2009. Hoy, la quinta visita es también un regreso simbólico: la reconciliación de dos hermanos y de toda una generación con su propia memoria musical.

Más que un concierto

La organización lo sabe: no se trata solo de música, sino de logística y seguridad. OCESA ha desplegado mapas interactivos con accesos, estacionamientos y rutas de Metro cercanas. El objetivo: que la experiencia sea fluida, casi ceremonial.

Pero nada de eso logra contener la magnitud de lo que ocurre dentro. El estadio es un microcosmos donde conviven fans veteranos que vivieron los 90 con jóvenes que apenas descubrieron a Oasis en Spotify. El britpop, ese género que parecía haber quedado atrapado en el siglo pasado, revive con una fuerza inesperada.

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