Bad Bunny rompe barreras: reguetón accesible para personas sordas en Puerto Rico

Cuando el reguetón retumba en el Coliseo de Puerto Rico, no hay límites: ni del idioma, ni de la audición. En la residencia de Bad Bunny, No me quiero ir de aquí, intérpretes de lengua de señas hicieron posible que personas sordas disfrutaran cada verso y cada beat, transformando un concierto en una experiencia sensorial compartida que conectó emoción, movimiento y música.

Entre luces, vibraciones y euforia, los intérpretes sincronizaban sus señas con la lírica y el ritmo de cada canción. Zoé Marie Rodríguez, joven sorda que asistió al show, describió la experiencia como “maravillosa: poder entender la música y sentir su energía. Las señas van al mismo ritmo que el concierto y transmiten toda la emoción”. Este gesto de inclusión rompió barreras históricas y permitió que un público que normalmente se enfrenta al aislamiento musical pudiera vivir la energía de un espectáculo urbano en plenitud.

Una residencia de amor y cultura

La residencia se realizó del 11 de julio al 14 de septiembre, con los primeros nueve shows exclusivos para residentes de Puerto Rico, quienes debieron presentar prueba de domicilio para acceder a los boletos. En apenas ocho horas, se vendieron más de 80 mil entradas, generando más de 11 millones de dólares. Para Bad Bunny, el objetivo no es solo la venta ni la fama, sino compartir un vínculo con quienes crecieron a su lado, transformando cada concierto en un acto de amor, cultura y celebración colectiva.

El evento no solo ofreció un espectáculo de reguetón, sino un ejemplo de cómo la música puede unir, emocionar y generar inclusión. Posteriormente, el artista iniciará una gira mundial de 56 fechas por Europa y América Latina, pero lo vivido en San Juan quedará como un modelo de cómo los grandes conciertos pueden ser experiencias donde todos los sentidos participan y todos los públicos son bienvenidos.

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