La Generación Z y el desafío de convertirse en adultos funcionales
En plena era digital, la Generación Z —jóvenes nacidos a partir de 1997— ha demostrado una impresionante destreza tecnológica: dominan redes sociales, se adaptan a nuevas plataformas con facilidad y algunos incluso incursionan en emprendimientos desde temprana edad. Sin embargo, el contraste es evidente cuando enfrentan tareas cotidianas como cocinar, cambiar una llanta o manejar un presupuesto doméstico. Ante este vacío de habilidades prácticas, cada vez más jóvenes optan por tomar clases para aprender lo que antes se consideraba parte del sentido común: «ser adulto».
Instituciones como la Universidad de Waterloo, en Canadá, han creado cursos especializados para atender esta necesidad. A través de su programa de “Adulting 101”, los estudiantes aprenden desde cómo mantener una dieta equilibrada hasta gestionar su salud mental y física, pasando por el mantenimiento básico del hogar. Lejos de parecer exagerado, este enfoque responde a una demanda real: muchos jóvenes llegan a la universidad sin saber cómo lavar su ropa o coser un botón.
Aldhen García, estudiante en Toronto, lo confirma. A pesar de tener conocimientos básicos de cocina, admite no saber nada sobre finanzas, reparación doméstica o mecánica simple. Su testimonio refleja una tendencia preocupante: según estudios citados por Daily Mail, el 42% de los jóvenes entre 18 y 28 años no sabe cómo preparar un huevo, y solo el 61% sabe revisar el aceite de su coche.
Expertos señalan varias causas. Jean Twenge, psicóloga en la Universidad Estatal de San Diego, atribuye parte del problema a la sobreprotección parental, que ha limitado la autonomía de los jóvenes desde la infancia. Christian Hodges, influencer estadounidense, agrega que los avances tecnológicos han disminuido la necesidad de aprender habilidades básicas: si puedes pedir comida con una app, ¿para qué aprender a cocinar?
Esta dependencia de la comodidad tecnológica no solo afecta la autosuficiencia, sino que también transforma las dinámicas sociales. Como advierte Comman Education, décadas atrás los jóvenes universitarios llegaban con conocimientos sólidos en tareas domésticas. Hoy, la realidad es distinta. Y aunque el mundo cambie, la necesidad de habilidades prácticas sigue siendo esencial para la vida adulta.
