Hablar con los muertos a través de la inteligencia artificial: consuelo, terror y debate ético

En plena era de avances tecnológicos, una nueva tendencia ha comenzado a tomar fuerza: el uso de inteligencia artificial para simular conversaciones con personas fallecidas. Esta práctica, conocida como grief tech, se ha convertido en un recurso polémico para quienes atraviesan un proceso de duelo, y ha provocado intensas discusiones sobre sus implicaciones emocionales, éticas y legales.

Uno de los casos más sonados es el de Christi Angel, una mujer estadounidense que, tras la muerte de su mejor amigo Cameroun Scruggs en 2020, decidió probar una plataforma llamada Proyecto Diciembre, un chatbot que emula la forma de hablar de personas fallecidas utilizando datos como correos, mensajes y recuerdos compartidos. Al principio, la conversación le pareció reconfortante, pero pronto el sistema adoptó un tono inquietante. Cuando le preguntó a su amigo si había seguido “la luz”, el chatbot le respondió que no, que estaba en el infierno. Devastada y asustada, Christi, cristiana devota, cerró la sesión y no volvió a intentarlo durante nueve meses. En su segundo intento, el chatbot respondió que “ya no estaba en el infierno”, lo que le dio cierta paz.

Este tipo de experiencias ha sido documentado en el documental Eternal You, donde se aborda cómo la tecnología de duelo puede ofrecer consuelo, pero también generar nuevas angustias. Un amigo de Christi califica el proyecto como “capitalismo de la muerte”, mientras que su creador, Jason Rohrer, lo defiende asegurando que muchas personas lo han agradecido y lo consideran útil para obtener cierre emocional. Sin embargo, reconoció que también ha habido usuarios decepcionados por errores o respuestas fuera de lugar.

La sesión que nunca termina

El deseo de comunicarse con los muertos no es nuevo. Desde hace siglos, las personas han buscado consuelo en cartas, rituales, altares o sueños. Ahora, el desarrollo de herramientas de IA que simulan la personalidad de un ser querido reaviva ese anhelo en una forma digital que puede parecer tan real que algunos olvidan que hablan con un programa. Sherly Turkle, especialista del MIT en la relación entre humanos y tecnología, advierte que esta ilusión puede impedir que el duelo siga su curso natural, atrapando a las personas en una especie de sesión espiritista interminable.

En otros países también se han desarrollado plataformas como YOV (You, Only Virtual), que permite crear “versonas” antes de morir o a partir de los datos de una persona fallecida. Justin Harrison, fundador de YOV, creó una versión digital de su madre antes de su muerte y hoy conversa con ella regularmente. Para él, estas tecnologías responden a un deseo humano universal de seguir conectados con quienes ya no están.

Sin embargo, no todos comparten esa visión. Jang Ji-sung, madre surcoreana que perdió a su hija de siete años, participó en una recreación virtual de su hija en un programa de televisión. Aunque encontró la experiencia positiva como un evento único, aseguró que no desea repetirla. Prefiere recordarla con cartas o visitando su tumba.

Ante estos desarrollos, investigadores del Centro Leverhulme para el Futuro de la Inteligencia de la Universidad de Cambridge piden regular el uso de la grief tech, especialmente para proteger los derechos de quienes donan sus datos y evitar efectos negativos en grupos vulnerables, como los niños. También alertan sobre la posibilidad de uso indebido de los datos personales, la inserción de publicidad en estas experiencias y el impacto que puede tener en la forma en que procesamos la muerte.

Los aspectos legales siguen siendo complejos y poco definidos. ¿Quién es dueño de los datos que dan vida a un avatar póstumo? ¿Cómo se protege la imagen de alguien que ya no está para dar consentimiento? Algunos expertos consideran que antes de llegar a los tribunales, será la opinión pública la que defina los límites sociales de esta tecnología.

En México, donde las tradiciones sobre la muerte como el Día de Muertos mantienen una fuerte presencia cultural, el surgimiento de estas herramientas plantea preguntas profundas. ¿Estamos preparados para una relación con nuestros difuntos mediada por inteligencia artificial? ¿Puede coexistir esta práctica con nuestras creencias, costumbres y formas de duelo? La respuesta aún está por escribirse, pero el debate ya está sobre la mesa.

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