La mega fábrica china que ya funciona como una ciudad y apunta a dominar la era eléctrica

China está levantando un complejo industrial tan grande que dejó de ser una fábrica para convertirse en una ciudad en sí misma. BYD, el gigante asiático de la movilidad eléctrica, construye en Zhengzhou una instalación que ya supera los 2.7 millones de metros cuadrados y que, cuando alcance su tamaño final, podría llegar a los 130 millones de metros cuadrados, una superficie mayor que muchas ciudades consolidadas.

Una ciudad industrial diseñada para producirlo todo

El complejo integra barrios, transporte interno, hospitales, dormitorios, centrales de energía y un sistema de reciclaje propio. Miles de trabajadores viven y se desplazan dentro del mismo espacio, en un modelo de “ciudad cerrada” orientada a producir autos eléctricos sin depender de proveedores externos.

La planta fabrica celdas de batería, chips, motores, plataformas y el vehículo completo en un entorno robotizado que reduce traslados y costos logísticos. Esta integración vertical permite a BYD mantener un ritmo superior a los 5 mil autos eléctricos diarios, incluso en plena etapa de crecimiento. La empresa, que comenzó en los años 90 fabricando baterías, lleva más de una década expandiéndose con una estrategia agresiva que ahora la coloca como una de las firmas que marcan el paso del sector.

El objetivo es claro: cuando el mundo busque autos eléctricos accesibles, BYD quiere estar lista para abastecer a mercados enteros. Por eso el complejo está pensado para exportar a América Latina, Europa y África, y funciona como símbolo de la ambición china por liderar la movilidad global.

Impacto internacional y presencia creciente en la región

La megafábrica ya respalda la expansión de la marca fuera de China. En América Latina, BYD acelera su presencia con modelos como el Dolphin MINI, el Yuan Pro y el Song Pro DM-i, que apuntan a públicos distintos y a países donde la infraestructura eléctrica aún es limitada.

Ese movimiento coincide con una transformación mundial en la industria, que observa con atención cómo China apuesta por complejos integrados donde la escala deja de medirse en hectáreas para hacerlo en millones de metros cuadrados. Este tipo de instalaciones podría inaugurar un nuevo estándar: ciudades fabriles capaces de producir más de un millón de autos por año y de sostener su propio ecosistema energético y tecnológico.

Para México y la región, el avance de proyectos de esta magnitud plantea un reto mayúsculo. La competencia por el mercado eléctrico se intensifica y obliga a pensar en cómo adaptarse a un escenario donde los centros productivos ya no son plantas industriales tradicionales, sino ciudades complejas que funcionan como motores de exportación y desarrollo tecnológico.

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