Villamalea, el pueblo que pidió papeles para sus vecinos migrantes y sorprendió a toda España
En La Manchuela, entre viñedos y champiñones, Villamalea no suele ser noticia. Pero este verano lo fue. En un pleno sin discusiones ni banderas enfrentadas, los once concejales del ayuntamiento —del Partido Popular, el PSOE e Izquierda Unida— aprobaron por unanimidad una moción para pedir la regularización de los migrantes sin papeles que viven y trabajan en el municipio.
La escena sorprendió al resto del país. En un momento político cargado de discursos contra la migración, un pequeño pueblo de 4 mil habitantes en Albacete decidió ir a contracorriente. Y lo hizo recordando su propio pasado: el de sus abuelos que un día también hicieron las maletas rumbo a Francia, Alemania o Suiza, en busca de lo que aquí faltaba.
De tierra de salida a tierra de llegada
Villamalea tiene hoy 32 nacionalidades y una cuarta parte de su población es migrante. Llegaron de Marruecos, Rumania, Colombia, Senegal o Ecuador. Trabajan en el campo, en los viveros, en los cultivos de champiñón que abastecen buena parte del mercado español. Sin ellos, como dice la moción aprobada, “no habría champiñón laminado ni viña podada ni rebaño cuidado”.
El alcalde, José Núñez Pérez, del Partido Popular, lo resume con naturalidad: “Aquí todos nos conocemos. Hay trabajo, hay convivencia. Lo votamos sin dudarlo”. Desde la plaza central, donde los mayores juegan dominó y los niños corren entre terrazas, la frase suena menos a consigna política y más a lógica de pueblo.
El acuerdo no solo reunió a los tres partidos con representación municipal. Detrás estuvieron asociaciones de mujeres, jubilados, jóvenes, parroquias, Cáritas y colectivos de personas con discapacidad. Todos coincidieron en una idea sencilla: quienes trabajan y viven aquí merecen tener derechos.
Una historia que se repite con otros rostros
Venancio Cuenca López, presidente de la Asociación de Jubilados, recuerda cuando los villamalenses emigraban sin papeles ni contrato. “No podemos decir ‘nosotros sí, ellos no’. Sabemos lo que es tener miedo a no volver”, dice.
La moción aprobada por el pleno se suma a una iniciativa ciudadana que ha reunido más de 600 mil firmas en toda España para pedir una regularización extraordinaria. El texto se enviará al Congreso, a la Junta de Castilla-La Mancha y a la Federación Española de Municipios.
En Villamalea, el tema no se discute en abstracto: se vive. Los datos del Ministerio del Interior desmienten los bulos sobre la migración. Los informes muestran que las personas extranjeras cometen menos delitos que la proporción de su población y que su aportación económica sostiene sectores claves. En España, sin su trabajo, el sistema de pensiones entraría en déficit estructural en la próxima década.
Para el alcalde Núñez, el asunto trasciende lo ideológico: “No es política, es humanidad. Yo no trabajo para mi partido, sino para la gente de este pueblo”.
Desde que se aprobó la moción, Villamalea ha recibido la atención de medios nacionales e internacionales. Pero aquí, entre calles estrechas y olor a tierra mojada, la vida sigue igual. La gente trabaja, saluda y comparte. En una iglesia, católicos y musulmanes se han reunido para rezar juntos. En el bar de la esquina, nadie pregunta de dónde viene el otro, sino si quiere otro café.
La regularización aún deberá debatirse en el Congreso.