Milei se arrodilla ante Trump: promete sumarse a su guerra comercial sin condiciones

En un acto de total subordinación a los intereses de Estados Unidos, el presidente argentino Javier Milei anunció su intención de alinearse sin reservas con la política de aranceles recíprocos impuesta por Donald Trump. En un discurso plagado de halagos al magnate republicano, Milei se presentó como el primer líder mundial dispuesto a seguir ciegamente la estrategia comercial de Washington, incluso si eso implica socavar la soberanía económica de Argentina.

“Argentina quiere ser el primer país del mundo en sumarse a este acuerdo de reciprocidad que pide la administración Trump en materia comercial”, declaró Milei, dejando claro que su prioridad no es negociar en términos de igualdad, sino adherirse sin cuestionamientos a la línea dictada desde la Casa Blanca.

El presidente argentino, quien ha adoptado el discurso trumpista como propio, lamentó que su país esté “restringido por el Mercosur” y afirmó que, de no ser por ello, ya habría concretado un acuerdo de libre comercio con Estados Unidos, dejando de lado a sus socios regionales. En otras palabras, Milei reafirmó su voluntad de abandonar cualquier vestigio de integración latinoamericana en favor de un alineamiento total con Washington.

El peón de Trump en Sudamérica

En su participación en la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC), Milei repitió los mantras de la ultraderecha global y no escatimó en elogios hacia Trump, a quien describió como el único líder capaz de salvar a Occidente. La sumisión fue tal que, según analistas, su discurso pareció más una declaración de lealtad que una exposición de políticas soberanas.

La situación es particularmente crítica considerando que Milei necesita desesperadamente el apoyo de Estados Unidos para renegociar la deuda con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Sin embargo, lejos de presentar una estrategia independiente, el mandatario argentino optó por regalar su adhesión sin exigir nada a cambio.

“Segunda independencia”: un discurso vacío

En un intento por disfrazar su entreguismo, Milei habló de una “segunda independencia”, argumentando que el “partido del Estado” es el enemigo común de Argentina y Estados Unidos. Sin embargo, detrás de esta retórica grandilocuente, lo que queda claro es que el presidente argentino no busca una independencia real, sino una dependencia exclusiva de los intereses estadounidenses.

Milei también se sumó a las teorías de conspiración de la derecha internacional al denunciar “fraudes electorales” en Brasil, en un guiño a Jair Bolsonaro, y al atacar a gobiernos como el de Sudáfrica, repitiendo los mismos argumentos de Washington contra el país africano.

Motosierras y pobreza en ascenso

Mientras Milei se dedica a hacer campaña para Trump y a jugar el papel de fiel escudero de la derecha estadounidense, la situación en Argentina se agrava. A pesar de su supuesta “lucha contra el gasto público”, la inflación sigue golpeando a los sectores populares y la pobreza ya afecta a más del 52.9% de la población, según cifras oficiales.

La “motosierra” que Milei exhibió como símbolo de su gobierno ha resultado ser una herramienta para profundizar el ajuste sin resolver los problemas estructurales del país. Pero, lejos de asumir responsabilidades, el presidente prefiere desviar la atención con discursos incendiarios en foros internacionales, asegurándose de que su lealtad a Trump quede clara.

Un presidente sin rumbo propio

El escándalo del “criptogate”, en el que Milei está envuelto tras promocionar una criptomoneda que colapsó, ha dejado en evidencia su falta de criterio y su inclinación por favorecer negocios dudosos. Sin embargo, su estrategia es clara: refugiarse en el discurso ultraconservador, reforzar su papel de peón de Trump y evitar cualquier debate real sobre el desastre económico que enfrenta Argentina.

Con cada declaración, Milei deja en claro que no es un líder independiente, sino un subordinado del proyecto geopolítico de Trump. Su compromiso con la “libertad” parece reducirse a una sola cosa: seguir las órdenes de Washington sin cuestionarlas. ¿Hasta dónde está dispuesto a llegar para mantener el favor de su “amigo” en la Casa Blanca?

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